Liturgia Viva del Sábado de la 20ª semana del Tiempo Ordinario

QUE VUESTRA VIDA HABLE
(Ez 43:1-7a; Mt 23:1-12)

Introducción

(Historia de Dios). Antes del destierro, Ezequiel había prevenido al pueblo contra el castigo que les esperaba. Cuando llega ya la realidad dura del exilio, él les consuela y les da la esperanza de que Dios vivirá de nuevo con toda su gloria en medio de su pueblo.
Evangelio. El Señor aborrece la doble cara y la hipocresía, especialmente en los líderes religiosos. Durante el exilio, los escribas habían prestado un servicio importante para el pueblo, convirtiéndose en maestros de Israel, cuando el sacerdocio iba en decadencia. Pero posteriormente habían convertido la vida religiosa en un complicado sistema de observancias, falsamente intelectual, legalista y casuístico, que ni ellos mismos practicaban a la perfección. Observarlas todas y, de esta manera, trabajar por su propia salvación había venido a ser el orgullo y la jactancia de los piadosos fariseos. A causa de esta soberbia, a los fariseos les faltaba lamentablemente el verdadero espíritu de humildad que posibilitara su apertura a los planes de Dios.

Oración Colecta
Señor Dios nuestro: Tú eres pura gracia.
Tú llenas con tu perdón y tu vida
a los que reconocen su propia vaciedad
y la necesidad de tu misericordia.
Danos la gracia de no intentar llamar la atención
sobre nosotros mismos y sobre lo bueno
que tú nos has permitido hacer,
sino de servirte a ti y a nuestros hermanos
en la natural sencillez de nuestros corazones
y de darte a ti todo honor y toda gloria
por la gracia y la vida que nos das
por medio de Jesucristo nuestro Señor.

Intenciones
  • Por todos nosotros, nuevo Pueblo de Dios, para que con valor y honestidad tomemos a pecho la tarea de renovación y reconciliación, para así mostrar al mundo de hoy el verdadero rostro de Cristo, roguemos al Señor.
  • Por todos los que buscan a Dios con un corazón sincero, por todos los que buscan la verdad y la justicia, para que ésa su hambre espiritual sea saciada, roguemos al Señor.
  • Por todas la comunidades cristianas, para que todos sus miembros seamos veraces y dignos de confianza, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios, Padre misericordioso:
En estos sencillos signos de pan y vino
nos das como don al siervo de todos,
tu Hijo Jesucristo.
Llénanos con su Espíritu
de humilde servicio.
Ayúdanos a reconocerle
como nuestra única fuente de verdad y de vida,
para que tú seas nuestro único Dios y Padre
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión

Señor Dios nuestro:
Te damos gracias por tu Hijo Jesucristo.
El fue franco y sincero
en todo lo que dijo e hizo, en sus palabras y en sus obras.
Él personalmente puso en práctica
el mensaje que trajo para otros
y eso le costó su vida.
Ayúdanos a vivir la Buena Nueva, su evangelio,
con todo nuestro ser
y vivirlo día a día
con sencilla sinceridad y humildad, sin ninguna exhibición.
Que así tú reconozcas
el amor de tu Hijo presente en nosotros
y por él nos hagas participar en tu felicidad eterna.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor.


Bendición

Hermanos: Creemos en Jesús y en su evangelio. Procuremos que nuestra vida y nuestra conducta no contradigan nuestra fe, sino que digan la historia de nuestra aceptación de Jesucristo y de nuestra entrega a su reino.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes.
El material que aquí te ofrecemos está tomado de la obra del P. Camilo Marivoet, cicm y publicada en Filipinas por Claretian Publications (en inglés) con el título de LITURGY ALIVE. La traducción y adaptación es del P. Carmelo Astiz, misionero claretiano.
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