Comentario al Evangelio del

CR

Queridos amigos y amigas:

Hoy celebramos la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo. La familia de Nazaret se acerca a Jerusalén para ofrecer al Señor la nueva vida: Jesús. Allí les espera Simeón, un hombre ya anciano y profundamente creyente. Él descubre que llega el Mesías y nos lo presenta. El evangelio de Lucas nos revela de qué manera vivía su fe este hombre sencillo llamado Simeón.

* Hombre que esperaba la liberación . Simeón era uno de tantos judíos que aguardaba la llegada del Salvador y, a pesar de que los años iban corriendo e iba viendo el final de su vida, no perdía la esperanza. Confiaba en que el Señor iba a cumplir su promesa. El paso del tiempo, los desengaños de la vida, las dudas,... no habían minado su confianza en Dios; al contrario, alimentaban la esperanza de que Dios algo tenía que decir en esta historia; tenía que manifestarse con claridad.

* El Espíritu Santo estaba en él . No sólo estaba, sino que le movía; movido por él fue al Templo. Hombre de Dios, que se deja conducir y guiar por Él, atento a las señales del Espíritu, conocedor de las llamadas al corazón, persona que sabe discernir, que intuye los caminos de Dios. Hoy diríamos hombre de profunda espiritualidad.

* Hombre que bendice a Dios . Reconoce la presencia de Dios en su vida y manifiesta con espontaneidad su gozo, su alegría, su agradecimiento. Dios es la verdadera alegría de su vida, lo que verdaderamente le llena, lo que mueve, su razón de vivir. Una vez que ha visto cumplida la promesa ve realizada su vida (puedes dejar morir en paz a tu siervo).

* Hombre que anuncia a Jesús . Simeón intuye que la presencia de Dios en el mundo no va a ser algo neutral y que complacerá a todos. Será luz que ilumine y que muestre las cosas tal como son. Esto será alegría para unos y desencanto para otros; unos serán ensalzados y otros serán humillados. A María le tocará ser testigo de estas contradicciones y acompañar, muchas veces en silencio y sin comprender, esta vida de Jesús que será signo de contradicción.

Estos cuatro rasgos señalados tendrían que ser básicos en todo creyente. Pidamos a Dios que nos conceda el don de vivirlos y de contagiarlos a los que nos rodean.