Comentario al Evangelio del

CR

Queridos amigos y amigas:

¡Hay que ver cómo pasa el tiempo! Si no hace ni dos días que estábamos preparando la nochebuena, celebrando el año nuevo, cantando el “Campana sobre campana”... y ya estamos a 9 de enero. Hemos vuelto a lo normal: el trabajo, las clases, la catequesis... lo que sea.

Terminado el ciclo de Adviento-Navidad hemos vuelto al tiempo Ordinario. Hace tiempo escuché a un amigo que había que hacerle un homenaje al tiempo Ordinario. ¿Sabes por qué? Porque, en el fondo, la mayor parte de nuestra vida es tiempo ordinario. Y aunque los tiempos “extraordinarios” nos acercan al misterio de nuestra fe y a la celebración con los cercanos, es en el tiempo ordinario donde se nos van dando las cosas importantes de la vida y donde estamos llamados a vivir con calidad.

En el día a día aprenden los niños/as a andar y a hablar. En ese mismo tiempo construimos la familia y la comunidad. También ahí colaboramos con nuestro trabajo cotidiano en el proyecto de la creación. En lo cotidiano surgen las intuiciones y las dudas, se forjan o se frustran los proyectos, se dan los encuentros y los desencuentros, acontecen las crisis y las superaciones...

“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. Así se nos sugiere en el Salmo 115 de la liturgia de hoy: invocando su nombre, cumpliendo mis promesas, ofreciendo un sacrificio de alabanza… en medio del mundo.

El mismo Jesús –el Hijo- se hace “ordinario” y viene a la vida de cada día –junto al lago de Galilea, mientras los pescadores echan la red en el lago- a llamarnos por el nombre y a hacernos su propuesta: “Venid conmigo... Convertíos y creed la Buena Noticia”. En el tiempo Ordinario. ¿No es para hacerle un homenaje?