Comentario al Evangelio del

CR

Queridos amigos:

Un hombre se acerca a Jesús ”corriendo” no para pedirle su curación o la sanación de algún pariente, sino para encontrar una respuesta para él. ¿Y qué busca? Luz para orientar su vida: ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna? Se trata de algo verdaderamente existencial, vital, importantísimo. Jesús le dice: “ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Qué curioso! Son los mandamientos que se refieren al prójimo, no a Dios. Y la respuesta del hombre es “todo esto lo he cumplido desde la niñez”, Pero a pesar de cumplir todo esto siente que necesita algo más, hay en su corazón una aspiración más honda, una exigencia mayor.

Jesús se le queda mirando con cariño y le dice: “una cosa te falta”, y le invita a orientar su vida desde algo nuevo: -no vivir agarrado a sus posesiones (“vende cuanto tienes”); -ayudar a los pobres (“dales tu dinero”); -ven y sígueme…El hombre se levantó, se alejó de Jesús, olvidó la mirada cariñosa del Maestro y se fue triste. Sabe que nunca podrá conocer la alegría y la libertad de quienes siguen a Jesús por el camino de la sencillez y la pobreza. Marcos dice “era muy rico”.

Jesús pide a sus seguidores –a todos y todas- el desprendimiento real y el empleo social de los bienes. No se puede calificar de cristiana una existencia dedicada a acumular bienes con egoísmo. Si esto ocurre en la comunidad cristiana se dará el absurdo que dice Pablo: unos pasan hambre y otros se embriagan (cfr 1ªCor 11, 20-22). Unos tienen de todo –auto lindo, casa lujosa, dinero en bancos, aparatos tecnológicos última generación…- y otros viven con lo justo e incluso malviven. Cuando damos algo nuestro a los pobres, tal vez estamos restituyendo algo que no nos corresponde totalmente. San Ambrosio decía: “No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común es de todos, no solo de los ricos… Pagas, pues, una deuda, no das gratuitamente lo que no debes”. Jesús al hombre rico que cumplía los mandamientos desde niño le dice que todavía “le falta una cosa” para ser seguidor suyo: dejar de poseer y acaparar, y empezar a compartir lo que tiene con los necesitados.

Amigos y amigas: ¿no vivimos atrapados por la sociedad del bienestar material egoísta y excluyente? ¿No le falta a nuestra vida de fe el amor práctico a los pobres? ¿No nos falta la alegría y libertad de los seguidores de Jesús que viven pobre y sencillamente? Ya dice Jesús: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!