Comentario al Evangelio del

Fernando Torres cmf

 

      El evangelio de hoy nos deja con unas palabras un poco misteriosas de Jesús: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver”. La primera parte parece que supondrá la tristeza para los discípulos pero el reencuentro les volverá a llevar a la alegría. 

      Diría que Jesús no está hablando de una lejanía física sino de una forma de ver. Jesús ciertamente va a desaparecer y eso va a llevar a los discípulos a sentir la tristeza que siempre supone la separación, la pérdida de alguien a quien se quiere. Pero lo más importante está en la segunda parte de la frase: me volveréis a ver. 

      Es que “ver” se puede de muchas maneras. Hay quien a pesar de tener abiertos los ojos no ve ni entiende nada. Y hay quien hasta con los ojos cerrados lo ve y lo entiende todo. También hay muchas formas de presencia además de la física y tangible. Para nosotros, cristianos, está la presencia de Jesús en la Eucaristía pero también, como el mismo dijo, su presencia allí donde hay dos o tres reunidos en su nombre. Y su presencia en los pobres, los necesitados, los marginados, los enfermos. 

      Hay personas que son capaces de ver más allá de lo que se puede tocar y que descubren signos de esperanza, de vida, de presencia de Dios, allí donde otros sólo son capaces de ver oscuridad y desesperanza. Más aún, hay personas que son capaces de crear espacios de luz, de vida y esperanza, allá donde no hay más que oscuridad y muerte. Son personas que tienen la luz, el amor de Dios, dentro de sus corazones y por eso ven lo que otros no vemos. Ellos son capaces de iluminar, de vivir en la alegría. Ven a Jesús recorriendo nuestros caminos, caminando con nosotros, sienten su presencia en los pobres, en los tristes, en los que viven en la desesperanza. Y su presencia y su forma de comportarse lleva luz y esperanza a todos. 

      Vamos a pedir a Jesús en este día que nos dé esa otra forma de ver, que nos ilumine por dentro para que descubramos su presencia cerca de nosotros, para que seamos capaces de alumbrar la esperanza en nuestros corazones y la comuniquemos a los que nos encontremos a lo largo del camino. No vemos a Jesús físicamente pero si abrimos los ojos, lo vamos a encontrar a nuestro lado, porque él no nos deja de su mano. Y la alegría que nos llenará se hará contagiosa. Y seremos luz para los que nos rodean.