Comentario al Evangelio del

Juan Carlos Martos, cmf

Queridos amigos y amigas:

La vocación de Leví, que leemos en la liturgia eucarística de este día, refiere un relato en el que se suceden dos momentos unidos entre sí: En el telonio, Jesús llama a Leví y, en casa de Leví, Jesús discute con los fariseos. Como suele ocurrir, el relato viene cargado de sorpresas.

  • Una vocación inverosímil. No resulta creíble que un recaudador, bien situado social y económicamente, abandone de golpe y para siempre su puesto de trabajo con los consiguientes privilegios al reclamo de una sola palabra: “Sígueme”, dicha por un desconocido. Tenemos que suponer una prehistoria a este hecho. Pero de ella no se dice nada en los evangelios. Posiblemente se presenten así las cosas para resaltar que con Jesús no se discute: O se le obedece o se le rechaza. Él siempre es el Señor y nunca “negocia”. Actúa, como reza el eslogan del escudo del papa Francisco, “miserando atque eligendo” (=amando y llamando).
  • Una insólita celebración. Aquella respuesta positiva a Jesús llenó a Leví de tanta alegría que convocó una fiesta doméstica. Leví invitó a sus amigos, y también a otros, para celebrar juntos su decisión. En la actualidad, una celebración de este tipo suele ser inconcebible. Cuando un joven o una joven se deciden a secundar la llamada de Jesús, sus familiares y amigos normalmente lo lamentan, no lo celebran. No se entiende que sentir la llamada por Jesús sea como enamorarse: encontrar un tesoro.
  • Una inoportuna discusión. Pero este relato destaca además la discusión que estalla en medio de la fiesta. Los fariseos prejuzgan a Jesús por admitir malas compañías. Es un prejuicio aún actual y que tiene su razón de ser. Quien frecuenta amistades peligrosas, evidencia dos desviaciones: O que se es como ellos (Jesús sería en ese caso un personaje tóxico) o se termina siendo como ellos (Jesús sería un imprudente temerario). Sabemos lo contagiosos que son los malos ejemplos y las influencias negativas. Con estos dos argumentos en contra se las tiene que entender Jesús.
  • La clave ignorada. No es equivocado esa medida cautelar de cuidar las amistades que nace de la sabiduría popular. Lo que es equivocado es considerarlo infalible, como entendieron aquellos invitados al aplicárselo a Jesús. Fueron incapaces de entender que Jesús nunca excluía, sino que incluía. Supo convivir con la imperfección y redimirla. Nunca despreció al pecador. La cercanía de Jesús al pecador es siempre terapéutica, sanadora. Pero esto es privilegio de Cristo. Nosotros sí que debemos andarnos con cuidado, porque yendo como ovejas en medio de lobos, podemos terminar convirtiéndonos en lobos.

Vuestro hermano en la fe
Juan Carlos Martos cmf