Comentario al Evangelio del

José María Vegas, cmf

Rumor de ángeles

El Adviento es el tiempo de la esperanza. Pero, ¿qué sucede cuando la esperanza ya no parece posible? ¿cuándo estamos, literalmente, desesperados, tal vez en alguna área concreta de nuestra existencia, o, puede ser, en relación con nuestra vida entera?

La esterilidad era en la antigüedad una situación de desesperanza, y no sólo para la mujer, sino también para su marido, que se sentía despojado de la descendencia que perpetuara su apellido. Por eso se consideraba un oprobio, una vergüenza, un castigo divino. Y si a la esterilidad se añade la vejez, entonces la desesperanza se refuerza con la perspectiva de una próxima muerte. Si en situaciones de crisis, dificultad y sufrimiento la esperanza nos fortalece, nos consuela, nos ayuda a seguir caminando, la desesperanza significa que al sufrimiento presente se añade la falta de perspectivas en el futuro.

La Palabra de Dios hoy quiere responder a todas las formas de desesperanza que afligen el corazón humano. Si la esperanza es proclamada por los profetas, responder a la desesperanza es cosa de la que se ocupa directamente Dios. Por eso son ángeles los heraldos de las buenas noticias que nos curan de la desesperación. Aquí Dios no sólo cumple las promesas (que generan nuestra esperanza), sino que actúa como creador de la nada (de la esterilidad y la vejez). La salvación que Dios nos ofrece en Cristo es una restauración, pero también una verdadera recreación, una creación nueva, que abre horizontes donde parecía haber callejones sin salida.

Pero Dios no quiere actuar sin contar con nosotros. Por eso, a su acción salvífica precede un diálogo en el que se anuncia lo que Dios se dispone a hacer, y se solicita la cooperación humana. Hoy nos encontramos con las dudas de Zacarías, tocadas por un deje de escepticismo. Este anciano sacerdote del Antiguo Testamento representa una alianza ya envejecida, que se ha cansado de esperar y ya no cree que nada pueda cambiar, que pueda acontecer algo nuevo. La falta de confianza, fe y esperanza nos vuelven mudos. Podemos como Zacarías ser creyentes y practicantes, pero estar cerrados a la novedad de Dios, escépticos de que las cosas puedan cambiar, de que las personas puedan convertirse, de que la vida venza a la esterilidad. Cuando esto sucede, podremos participar en los ritos, pero nuestra vida no hablará dando testimonio de la acción salvífica de Dios. Zacarías acabó aceptando la evidencia, y pudo cantar las maravillas de Dios. Es importante, cuando nos asalta la tentación de la duda y el escepticismo, saber rectificar a tiempo. Pero lo importante es que la figura de Zacarías, en el contexto del Adviento y en la cercanía del cumplimiento de las promesas, contrasta fuertemente con la de María. Que también sin entenderlo todo se fía totalmente de lo que Dios le comunica por boca del ángel.

En esta etapa final del Adviento la Palabra de Dios nos llama con fuerza sacudirnos toda vacilación, todo escepticismo, todo “estar de vuelta”, para creer que, por imposible que nos parezca, las promesas de Dios se cumplen, y nosotros estamos llamados a cooperar a convertir los corazones de los padres hacia los hijos y preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

Saludos cordiales

José M. Vegas cmf

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