Comentario al Evangelio del

Ciudad Redonda

Celebramos el nacimiento de la Virgen María

Alegrémonos todos celebrando el nacimiento de la Virgen María. Hoy es su día. El día de su cumpleaños. Una nueva vida que nace siempre es motivo de exultante alegría. Cuánto más si nace la Madre de nuestro Salvador. Hasta en un tono popular y filial, podemos entonar el ¡Cumpleaños feliz!

Los Padres de la Iglesia, y a la liturgia le gusta, recurren a la imagen bellísima: el nacimiento de María es la Aurora que anuncia el nacimiento del Sol de justicia, Cristo el Señor. En efecto, nace María, y florece la carne que luego será morada y arca de la carne de Jesús. En esta criatura se formará “la criatura que viene del Espíritu Santo y salvará a su pueblo de sus pecados”. En el seno de esta niña que nace acampará el Verbo de Dios hecho carne.

Con esto estamos diciendo que a María, para envolverla en su luz propia, hemos de colocarla siempre en el misterio de la Redención de Cristo. Ella es, ante todo, la Madre del Redentor.

En el Evangelio de hoy, María aparece la última de una lista de mujeres; algunas de ellas procedentes de la paganía y del pecado, como Tamar, Rajab, Rut, Betsabé. Al final, como la luz sobre la tiniebla, María “de la cual nació Jesús”, la llena de gracia. Brilla, a la vez, el misterio de la encarnación en todo su realismo junto a la victoria sobre el mal.

En esta genealogía caprichosa de San Mateo podemos vernos alineados nosotros. Por una parte, nos sentimos hijos de María. Por otra parte, los bautizados en Cristo, nacidos del agua y del Espíritu, por la fe alargamos la descendencia, prolongamos la encarnación que se dio en María.

No podemos acabar sin un guiño elemental en todo cumpleaños. El regalo. ¿Qué nos pide la Virgen en este día? Pensémoslo, y no seamos ruines sino filialmente generosos. Que es su día.