Comentario al Evangelio del

Rosa Ruiz, Misionera Claretiana

Queridos amigos y amigas:

Cuanto todo se para de repente (no solo local, sino a nivel mundial), podemos pasar por muchísimas reacciones distintas. Lo que creíamos imprescindible, no lo es tanto. Lo que no podíamos retrasar de fecha, se anula. Semanas diciendo que necesitamos un descanso y cuando tenemos que quedarnos en casa, nos agobiamos.

Podíamos hacer nuestro el lamento de Isaías: “En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas”. Y en buena parte, tendríamos razón. Cada uno vivimos con nuestras propias preocupaciones, tareas, sueños, traumas… Nos creemos distintos, pero a la hora de la verdad, nos parecemos todos bastante.

Fijaos en los discípulos en el evangelio de hoy: Judas, Juan y Pedro.

- Juan, recostado en Jesús, tranquilo en su posición privilegiada y amable, ajeno a la gravedad de lo que se venía encima.

- Judas, enzarzado en su propio plan, que no le deja ver más allá y le empuja como un autómata a llevarlo a cabo

- Pedro, el bueno de Pedro, tan centrado en sí mismo y en sus propias fuerzas y fervores que no escucha lo que está viviendo Jesús. Solo le preocupa dejar claro que él sí estará a la altura.

A veces creo que no somos conscientes de nuestras propias fijaciones, de todo lo que nos centra en nosotros mismos y no nos permite atender al otro. Cuidado: porque eso no solo le pasa a Judas, “el traidor”; le pasa también a Juan “el discípulo amado” y a Pedro “cabeza de la Iglesia”. Eso nos pasa a todos. Por eso no nos viene nada mal que de vez en cuando algo nos golpee por dentro -y por fuera- para exclamar de corazón: en vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas … Y mi Dios era mi fuerza, no yo mismo...

Porque de lo contrario, corremos el peligro de estar sentados a la mesa y a la vida de Jesús y no enterarnos de nada…

Vuestra hermana en la fe,

Rosa Ruiz, Misionera Claretiana