Comentario al Evangelio del
Queridos amigos y amigas:
El modo en que vivamos o no con esperanza determina en gran parte cómo vivimos nuestro presente. Pero, también, el modo en que vemos el futuro hace que nuestra esperanza crezca o se desvanezca.
En la primera lectura, Jacob quiere “contar lo que os va a suceder en el futuro”. Y sobre todo, quiere anunciar cómo será Aquel que esperan, que esperamos. Los rasgos que dibuja no son aparatosos, grandilocuentes, divinos. Más bien expresa el corazón más humano que a cualquiera de nosotros nos gustaría tener, en línea con el salmo: hombre de paz, de justicia, de equilibrio, humilde, con rectitud, socorriendo a los pobres…
Para vivir el presente desde Dios es esencial vislumbrar al Dios en quien creemos. Si esperamos un Dios de paz, seamos gente pacífica; si esperamos un Dios humilde, dejemos atrás el afán de grandeza y poder; si esperamos un Dios que hace justicia al pobre, ¿qué hacemos nosotros del lado de quienes no lo son?
Y por si nos quedaba alguna duda, la esperanza de Jacob se hace carne en un linaje humano. Y no precisamente un linaje modélico. Repasemos hoy los nombres de la genealogía de Jesús: poca pureza de sangre, nombres extranjeros, hijos del abuso y la infidelidad… y también, cómo no, personas leales y honestas.
En todas ellas y a través de ellas, se hizo carne Dios. En todas nuestras bondades y también en medio de nuestros desvaríos y perversiones, parece que quiere seguir haciéndose carne Dios. ¡Y qué difícil verle en medio de todas ellas!
Que el Señor, a quien clamamos y esperamos en Adviento, pueda ser Señor de todo nuestro “linaje”, de lo que estamos orgullosos y de lo que nos avergonzamos. Porque es Él y no nuestra carne, la que hará el milagro.
Vuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz, Misionera Claretiana (rosaruizarmi@gmail.com)