Comentario al Evangelio del
Noticias buenas porque son de parte de Dios
¿Y por qué el gozo del Evangelio choca con la muralla de la indiferencia? Si los que han gustado del encuentro con Jesús han quedado cautivados, ¿por qué tantos se privan de esta experiencia feliz?
Nos invitamos a penetrar en la Sinagoga del pueblo de Jesús. Es sábado y, como buen judío, Jesús quiere participar con sus paisanos en la lectura de la Palabra. Se pone en pie, y los ojos de todos quedan prendidos de él. La admiración por Jesús llena la sala. Aparece Jesús como profeta; más grande que el profeta que iba a proclamar, Isaías. Le toca un mensaje fascinante: mira a los cautivos, a los ciegos, a los pobres y a los oprimidos y les ofrece libertad, año de gracia, Buena Noticia. Mensaje enteramente de gracia. La bomba estalla cuando Jesús añade de su cosecha: “Hoy se cumple esta Escritura”. Y las reacciones de la gente no se hacen esperar. Quienes quedan embobados por tanta gracia, tanta belleza, tanta cercanía a las aspiraciones del corazón del hombre; y quienes “se ponen furiosos y empujan a Jesús para despeñarlo”.
Acaso esperaban un mensaje más pegado a sus intereses pequeños y nacionalistas, menos entregado al servicio y consuelo de todos; acaso, otros, tenían el corazón herido por la envidia, los intereses religiosos o los prejuicios cultuales.
Nosotros, hoy, también fijamos los ojos en él, en el Maestro de Nazaret. En él, por él y con el mismo realismo que él, nos sentimos ungidos por el Espíritu del Señor; nos sentimos agraciados, tocados, enviados para comunicar a los hombres y mujeres de hoy buenas noticias, de parte de Dios. Él nos quiere, somos su encanto, está cerca de los que sufren, no se olvida nunca de nosotros. ¿No este el estilo de mirar y anunciar a Dios del Papa Francisco? Pudiera ser que, como el Maestro, sintamos el aguijón de una pésima respuesta, de un rechazo de lo que nosotros juzgamos tan valioso. Tal vez la amargura del fracaso nos doblegue, a veces. En ocasiones, se reirán de nosotros cuando hablamos así de Dios y su mensaje de gracia, y nos llamarán ingenuos, buenistas (qué palabreja han inventado) o reduccionistas del misterio de Dios. ¡Qué importa! Si nos sentimos, de verdad, ungidos, amados, urgidos por la caridad, los hombres verán la gloria de Dios, el Evangelio humanizará el mundo y nosotros seguiremos escuchando la voz de Jesús: “El Padre os ama, id por el mundo, yo estaré siempre con vosotros”.