Comentario al Evangelio del

Edgardo Guzmán, cmf.

Queridos amigos y amigas:

Nos acercamos a las lecturas de este día con el hondo anhelo de escuchar la voz del Señor. Su palabra tiene la capacidad de iluminar y animar nuestra vida. La primera lectura de hoy nos presenta el relato del martirio de Esteban, el primer mártir cristiano. Su testimonio se vuelve paradigmático y en nuestros días cobra mucha actualidad. No dejamos de tener presente a los cristianos que fueron asesinados el domingo de Pascua en Sri Lanka y en tantos otros lugares donde son perseguidos a causa de su fe.

Las palabras de Esteban nos cuestionan: «ustedes siempre resisten al Espíritu Santo». Nos cuesta abrir nuestra mente y corazón a la novedad del Señor Resucitado, preferimos mantenernos encerrados en nuestro yo. Por eso, en todo tiempo la voz de los profetas se vuelve incómoda, porque denuncia y llama a la conversión. Esta verdad, como en el caso de Jesús, Esteban y tantos mártires es rechazada y perseguida hasta la muerte. 

El testimonio que encontramos en Esteban nos muestra que la actitud cristiana ante el rechazo y la incomprensión es poner la confianza en el Señor, como lo expresa la invocación que repetía: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Igual que Jesús, Esteban muere perdonando, es un perdón que se convierte en fuente de reconciliación. Nosotros también podemos experimentar el rechazo y la incomprensión, incluso la persecución o el martirio. La actitud cristiana fundamental es siempre la del amor y del perdón a los enemigos.

En el Evangelio continuamos con la lectura del discurso del «Pan de vida» en el capítulo seis de Juan. Jesús se revela como pan de vida, como alimento que sacia nuestra hambre. Su palabra nos dice que el único pan que nos hace vivir es el amor. No es extraño, por ello, que los relatos de resurrección se den siempre entorno al pan, a las comidas, a la mesa compartida. En este gesto-símbolo no solo descubrimos la presencia del Resucitado en medio de la comunidad, es también una invitación a ser pan vivo para saciar el hambre de tantos hermanos nuestros. Hagamos nuestra la petición de los discípulos: «Señor, danos siempre de este pan».

Primero sea el pan
después la libertad.
(La libertad con hambre
es una flor encima de un cadáver).

Donde hay pan,
allí está Dios.
"El arroz es un cielo",
dice el poeta de Asia.
La tierra
es un plato
gigantesco de arroz,
un pan inmenso y nuestro,
para el hambre de todos.
Dios se hace Pan, trabajo para el pobre,
dice el profeta Ghandi.

La Biblia es un menú de Pan fraterno.
Jesús es el Pan vivo.
El universo es nuestra mesa, hermanos.

Las masas tienen hambre,
y este Pan es su carne,
destrozada en la lucha,
vencedora en la muerte.

Somos familia en la fracción del pan.
Sólo al partir el pan
podrán reconocernos.
Seamos pan, hermanos.

Danos, oh Padre, el pan de cada día:
el arroz, o el maíz, o la tortilla,
el pan del Tercer Mundo

(Pedro Casaldáliga)

Fraternalmente, Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com