Comentario al Evangelio del

Ciudad Redonda

Queridos hermanos.

En muchas grandes ciudades, en el metro, en hora punta, se puede sentir uno como Jesús en el Evangelio de hoy. Apretujado por todas partes, oprimido y sin posibilidad de moverte ni a derecha ni a izquierda. ¿Qué pensaría Jesús de toda esa gente, que se mueve cada día sin muchas esperanzas, sólo para seguir tirando? Es un tema para una larga reflexión. No es el momento ni el lugar.

Hoy nos interesa más ver la fe de dos personajes especiales, Jairo y la hemorroisa. Uno, jefe de la sinagoga, se supone que con conocimientos profundos de la Escritura, de la religión y de la promesa del Mesías. Otra, una mujer sencilla, enferma, marginada, por tanto, y que no sabe mucho de normas y de leyes, pero que escucha a Jesús, y siente que puede haber encontrado la solución a todos sus males. No les resulta fácil acercarse a Jesús, pero insisten y lo logran. Uno cae a los pies de Cristo, y le suplica que cure a su niña, enferma de muerte. No creo que los jefes de la sinagoga se pusieran muchas veces de rodillas, pero Jairo no tiene problemas en hacerlo. Y pide por la vida de su hija. Otra, que no puede acercarse, pero que lucha hasta poder tocar el manto de Jesús. Y es curada automáticamente. Por la fe. No se rinde, a pesar de todo, y logra la salvación. Jairo tampoco se deja derrotar por los mensajeros de la muerte. Tiene cerca al Señor de la Vida, y por eso, confía. Así logra que su hija vuelva a la vida.

Ni Jairo ni la mujer son un mero número en la estadística de Jesús. Jesús siente que le han tocado. Jesús accede a la petición de un padre desesperado. Tenemos aquí los pastores de almas un buen ejemplo de atención pastoral. Y todos los creyentes en general, también. Atención personalizada, incluso en medio del barullo de cada día y de los agobios que nos rodean. Para todos, a los que vienen a tiempo y a destiempo.

¿Quieres ser cristiano? Elige tu modelo, Jairo, la mujer enferma, y sigue a Jesús. Y si no te convence ninguno de estos modelos, o crees que no puedes, sé tú mismo, escucha al Maestro, y sigue lo que Él te diga. Cada uno tiene su camino. Basta con ponerse en marcha.