Comentario al Evangelio del

Fernando Torres cmf

 

      No hace falta decir que el relato del Evangelio de hoy, Jesús preguntando a Pedro tres veces si le ama, tiene mucho que ver con las tres negaciones de Pedro durante la Pasión. Digamos que es una forma de poner de manifiesto dos cosas: en primer lugar, la debilidad de Pedro. Y, en segundo lugar, el amor de Jesús por él. 

      En realidad, el texto del Evangelio de hoy no sólo está relacionado con las tres negaciones de Pedro en la Pasión. Está relacionado con toda la vida de Pedro tal como nos lo muestran los Evangelios. Pedro es el que quiere seguir a Jesús pero luego mete la pata. Pedro dice a Jesús que tiene palabras de vida y que “¿a quién iremos?” pero luego cuando Jesús empieza a hablar de la pasión que le espera, le dice que no hable así. Jesús le dice en ese momento “apártate de mí, Satanás”. Ese es Pedro. Voluntarioso, decidido, el primero para hablar. Pero luego cargando con sus momentos de debilidad, de mediocridad.

      Y en Pedro estamos todos nosotros. Porque, vamos a ver, ¿quién puede levantar la mano y decir que él no ha fallado ninguna vez? La verdad, la mera verdad, es que a todos se nos va muchas veces, demasiadas veces, la fuerza por la boca. Somos capaces de decir grandes discursos pero, cuando llega el momento de la verdad, no nos resulta difícil encontrar una excusa que justifique hacer exactamente lo contrario de lo que habíamos dicho que hay que hacer. 

      Lo bueno del Evangelio de hoy es la segunda parte. Pedro es débil. Vale. Nosotros todos no somos mejores que él. Vale. Pero lo más importante no es nuestra debilidad y mediocridad. Lo mejor es que, aun con eso, Jesús nos confirma en la fe y en el amor. Jesús sigue contando con nosotros. Jesús sigue mirando al futuro para construir el reino y nosotros somos sus amigos, llamados a anunciar la buena nueva del reino. 

      Este Evangelio nos abre a la esperanza. Jesús nos conoce bien, nos ama, y cuenta con nuestra colaboración para hacer presente en nuestro mundo el amor y la misericordia. Para los demás y, ¡ojo que es importante!, también para nosotros.