Comentario al Evangelio del

Fernando Prado, cmf

Queridos hermanos,

Los judíos quieren matar a Jesús. Jesús trata de esquivarlos, pues todavía no era su hora. Le quieren matar porque les resulta molesto; su coherencia y su modo de vivir les resulta insultante. Les resulta “fastidioso”, dice la primera lectura, que Jesús, el justo, se “oponga a su modo de actuar”, les reproche sus criterios… “su sola presencia les resulta insoportable”. Por eso, lo mejor que pueden hacer es hacer desaparecer a este que lleva “caminos diferentes” y una vida “distinta de los demás”. Se trata, pues, de matar al mensajero. Matándolo a él, se acabó la incomodidad. “Muerto el perro… se acabó la rabia”, dice el refrán popular.

Pero Jesús se reafirma ante ellos, declarando que él hace lo que hace porque vive conectado a la fuente, a Dios Padre. Esta unión íntima de Jesús con el padre le permite afirmar que él conoce al Padre. No le conoce para revelarnos datos sobre él y así saciar nuestra sed de conocimiento. Lo que Jesús quiere es llevarnos a un encuentro personal con ese Padre que él ha descubierto y que es capaz de hacer felices a los hombres. La manera que tienen de actuar y vivir aquellos fariseos hace ver que ellos no conocen la verdad de Dios. No quieren ver. Dicen que ven, pero en verdad, están ciegos. Se niegan a aceptar la luz que nos viene de Dios. A veces también nos sucede a nosotros, que no acabamos de aceptar la palabra de Dios que nos viene a través de Jesús. No aceptamos la verdad profunda del Evangelio y preferimos quitarnos a Jesús de en medio de nuestra vida, matando al mensajero, para que no resulte molesto.

La experiencia del encuentro, sin embargo, cuando es real y verdadera, se convierte en una alegría tan desbordante que uno ya no puede vivir sino siguiendo a este maestro y queriendo vivir según la voluntad del Señor. Es la verdadera conversión. Cuando uno se encuentra con el Señor, toda su vida se redimensiona y toma un nuevo rumbo.

Permitamos hoy queridos amigos, que el Señor nos regale esta sublime experiencia y que seamos capaces de ser sensibles a su voz. Vuestro amigo,
Fernando Prado, cmf.