Comentario al Evangelio del

Eguione Nogueira cmf

 

Estimados hermanos y hermanas en Cristo: ¡Paz y bien!

Un detalle de los Evangelios que me llama la atención es cómo Jesús se hace más presente en los lugares donde la vida acontece y reclama sus derechos que en los lugares de culto, en las sinagogas o en el templo de Jerusalén. Está allí donde la vida grita pidiendo socorro. Una de las grandes diferencias del cristianismo con el resto de las religiones, sin quitar importancia al culto litúrgico, es que Jesús es el “Dios-con-nosotros” (Mt 1,23) que busca a la persona humana no el “Dios en el templo” siempre a la espera de sus fieles. Es un Dios que camina por las calles, que entra en las casas, que se hace huésped de la humanidad, que se sienta a la mesa con sus amigos.

El evangelio de hoy comienza situando a Jesús entrando en Cafarnaúm y termina con Jesús en la casa de la suegra de Pedro y curando a endemoniados y enfermos. El centurión romano  pide apoyado en el poder de la palabra de Jesús. Para el centurión su palabra es suficiente para realizar lo que expresa: “Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano” (Mt 8,8). Y así sucedió. La palabra de Jesús es una palabra que cura, que defiende la vida amenazada, que restaura la esperanza perdida y libera a la persona de la esclavitud: “con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos” (Mt 8,16). En suma, las palabras y los gestos de Jesús hacen que esos encuentros sea un verdadero milagro en el que la vida recobra su sentido.

En nuestras sociedades pos-modernas, la palabra tiene cada vez menos relevancia, cada vez es menos significativa. Vaciamos las palabras de contenido, las manipulamos y las sometemos con violencia hasta que pierden su significado según nuestro propio interés. Eso a veces sin darnos cuenta de que las palabras pueden herir o curar, construir o destruir, distanciar o aproximar.... “Las palabras están grávidas de significados existenciales. En ellas las personas acumulan innumerables experiencias, positivas y negativas, experiencias de búsqueda, de encuentro, de certezas, de perplejidades o de inmersión en el Ser. Tenemos que desentrañar la riqueza escondida en las palabras” (Leonardo Boff).

Cuando escuchamos la Palabra que llena de vida nuestra existencia y la acogemos en nuestro interior, somos también capaces de curar las heridas de los que se cruzan en nuestro camino y nos piden una palabra de consuelo, de esperanza y de acogida. Pidamos la gracia de ser “Palabra de Dios” en los diversos ambientes en que nos movemos y en la vida de que su vida no tiene sentido.

 

¡Que tengan un buen día!