Comentario al Evangelio del

Fernando Gonzalez

Queridos amigos:

Hablar del corazón, y más hablar del corazón de una mujer bendita, es situarnos en un campo de esperanza. El lenguaje popular dice: "tiene un corazón de oro", "te lo digo de corazón", "es toda corazón". Corazón significa intimidad, vida interior, el motor y la raíz de la persona. En la Biblia, corazón es igual a la persona misma. El corazón de la Virgen María es representado con dos símbolos: la espada del dolor y del martirio y las llamas del amor y la ternura.

Con qué temblor apunta el evangelista: "Su madre conservaba todo esto en su corazón". Otro tanto se afirmaba en la Noche de Navidad. No se dice cómo era este corazón; pero si María, madre y formadora, hizo al de Jesús manso y humilde, Jesús, como Dios, hizo al de María, misericordioso y clemente.

Contemplar hoy a Nuestra Señora es mirar el misterio del hombre desde la luz que brota de María. Y decirse devoto del Corazón de María es ser hombre o mujer de corazón misericordioso, donde habita el amor y la ternura. Aquí es inconcebible cualquier integrismo o rigorismo moral, están fuera de sitio los corazones duros e inflexibles o los discursos retóricos y curialescos. La Iglesia es madre y maestra, pero maestra va delante.

Corazón es emoción, sentimiento y pasión. Sólo la palabra que sale del corazón y se dice de corazón puede llegar al corazón del otro. Lenguajes rutinarios, formalistas, abstractos no pueden ser los de un profeta porque nada dicen ni a nadie llegan.

Finalmente, cantar al Corazón de la Virgen María es adentrarse por el camino de la profundidad, de la contemplación, del silencio interior. Lo que guardaba y meditaba en su corazón nos señala la senda. Del hondo silencio brota la palabra insondable. "No se ve bien sino con el corazón (El Principito).

Así lo deseo para todos en esta fiesta. "Tener corazón" es la herencia y el regalo que nos ofrece hoy Maria. Por eso suplicamos: "Danos un corazón grande para amar".