Comentario al Evangelio del

Pablo Largo, cmf

Queridos amigos:

Vamos a seguir con el evangelio de Juan durante toda la semana. Ya sabéis que, como no tiene asignado un año propio en el ciclo litúrgico, se desquita en las semanas anteriores a Semana Santa y durante el tiempo de Pascua. Como es un evangelio especial, que en ocasiones, como hoy mismo, parece estar construido con piezas yuxtapuestas, podemos adoptar un método también especial: leemos el pasaje, nos quedamos con la música de fondo y nos detenemos en una frase cualquiera, volviendo una y otra vez sobre ella, apurándola, o haciéndola resonar indefinidamente.

Nos quedamos con la frase inicial del evangelio de hoy. Jesús nos revela la conciencia viva que tiene de haberlo recibido todo de su Padre. Sabe hasta qué punto lo ha amado el Padre: hasta el extremo. Y cómo lo ha amado: volcándose en él. (Hay teólogos que hablan de una kénosis intratrinitaria del Padre.) Sabe que el Padre no se ha reservado nada para sí. Todo lo comparte con el Hijo. (De nuevo dirían los teólogos: salvo la diferencia personal, plasmación de la reciprocidad, todo les es absolutamente común. Y absolutamente todo lo recibe el Hijo del Padre.)

Desde ese misterio se nos revela el otro misterio: el amor de Jesús por nosotros. También él nos ha amado, y nos ha amado hasta el extremo, con el "amor más grande". Y todo lo que le ha oído a su Padre nos lo ha dado a conocer. Tampoco él se reserva nada. No se pregunta con hastío: "pero ¡bueno!, ¿se merece mi amor esta gente? ¿Vale la pena un amor a fondo perdido?". Donde pone toda su atención es en el amor que él ha recibido, en la calidad de ese amor, en su intensidad, en su eternidad. Y en esto es en lo que descubrimos cómo es el vivo retrato de su Padre: repite vividamente la lección aprendida de su Padre, reproduce en nuestra historia humana el gesto de entrega intradivina, replica el éxtasis eterno del Padre en su éxtasis temporal.

Y viene el tercer misterio: "este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado". ¿Qué tal vamos aprendiendo la lección? ¿Cómo reproducimos su gesto de entrega? ¿Qué alcance tienen nuestros "éxtasis", nuestras salidas de nosotros mismos? Que él nos conceda ir caminando desde la conciencia viva de ser amados al ejercicio concreto del amor, sin demasiadas recaídas en la pregunta traidora: "pero ¡bueno! ¿Se merece este tipo mi amor?". Él sabe también lo necesitados que andamos de su perdón.

Vuestro amigo.
Pablo Largo