Comentario al Evangelio del

Pablo Largo

Simiente en crecímiento día a día

Todo va por sus pasos contados. Contados, porque hay un orden en las cosas. Si no siembras, ¿cómo vas a segar? Si no aguardas a que la semilla germine, ¿cómo va a crecer la caña? Si esta no crece, ¿cómo va a granar? Y si no grana, ¿cómo vas a cosechar? No se puede dar el cuarto paso si no se ha dado el tercero, ni este si no se ha dado el segundo. No se le pueden pedir peras... al peral mismo cuando aún no ha echado raíces hacia dentro ni ramas, hojas y flores hacia el exterior. A una madre de familia, a un educador, a un entrenador, a una maestra de novicias o responsable de junioras les conviene entender y aceptar que hay ritmos de crecimiento y que no se pueden quemar etapas. Tú, madre, o educador, sigue tus ritmos circadianos, como el sembrador que duerme de noche y se levanta de mañana, y deja que el niño, el alevín, la novicia, el aprendiz, la joven promesa vayan madurando. Lo único, o casi lo único, que hoy se te pide es saber aguardar, respetar el orden de las cosas. Todo se andará.

Hemos centrado la atención en la palabra “contados”. Ahora la podemos fijar en los “pasos”. Jesús observa la vida vegetal, el sorprendente empuje hacia lo alto de la planta que crece y que parece desafiar la fuerza de la gravedad; el empuje hacia lo ancho que manifiesta el ramaje capaz de cobijar las aves. Recordamos el “principio quieren las cosas”. Ese principio es la semilla que se acaba de sembrar; y en la espiga granada y en la planta ya crecida comprobamos la continuidad y el pleno remate que quieren las cosas. La vida la llevan dentro, el impulso hacia lo alto y lo ancho les nace del interior. A las semillas depositadas en la tierra, es esa fuerza vital la que les permite romper la costra de tierra que las cubre y alcanzar paso a paso toda su estatura.

El reino de Dios no es un mineral, es algo vivo depositado en la historia humana, en la personal y la colectiva; lleva dentro mucha más fuerza que la semilla de trigo o la de mostaza. Sus comienzos son casi imperceptibles, y su desarrollo es dramático, como ponen de relieve otras parábolas; pero el grano muere para el triunfo de la  espiga y el trigo vence sobre la grama.

Fraternamente
Pablo Largo