Comentario al Evangelio del

Rosa Ruiz, Misionera Claretiana

¡Esta noche es Nochebuena…!

¡Hoy sí podemos cantar el villancico con propiedad! Hoy sí estaremos todos, de un modo u otro, preparando la cena, adornando la casa, ultimando el Belén… Ojalá dediquemos tiempo y espacio –por dentro y por fuera- a prepararlo todo. Y ojalá  no nos ocurra como al rey David en la primera lectura de hoy que, con la mejor voluntad y poca lucidez (eso que nos pasa tan a menudo) quiere construir un templo al Señor, pues “mientras yo vivo en un casa de cedro, el arca del Señor vive en una tienda”.

¡Cuántas veces seguimos creyendo que nuestros gustos y deseos son los de Dios, nuestras necesidades y sueños los suyos! Y parece ser que no siempre coinciden… no siempre.

¡Cuántas veces nos situamos en la vida, en nuestras relaciones o tareas apostólicas como si el futuro del mismo Dios dependiera de mí y de lo que yo pueda darle! Y entonces, volvemos a escuchar la voz de Dios: “¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos donde cuidabas ovejas… Yo te he creado… Yo te cuido… Yo te salvo…”

Y entonces, en esos momentos de lucidez evangélica que a veces nos regala Dios, sólo entonces, podemos cantar y bendecir al Señor como Zacarías, “porque el Dios de Israel visita y redime a su pueblo” cada día.

Esta Noche Santa y Buena, delante del Niño Jesús y delante del Dios que nos habita, el Altísimo hecho Pequeñísimo, volvamos a confesar nuestra fe y nuestro amor y olvidémonos de construir grandezas. Dios tiene ya el mejor y más bello templo donde habitar: la Creación entera y en especial, la carne de todo ser humano.

Feliz Nochebuena.
Rosa Ruiz, Misionera Claretiana