Comentario al Evangelio del
ELIMINAR A DIOS...
EN EL NOMBRE DE DIOS
Apenas acaba de sellar Dios con Moisés la Alianza, y mientras él aún está en el Sinaí... el pueblo ya se ha saltado el primer mandamiento, fabricándose un ídolo, un becerro de oro. No es que pensaran que Dios era «así», que se parecía a una criatura como ésa, por muy de oro que fuese, sino que intentaban darle una forma «visible» y «accesible» al Dios que les había sacado de Egipto. Querían «representarse» a Dios. Pero Dios nunca quiso que se le representara bajo ninguna forma de ninguna criatura (ídolos)... porque eso suponía y significaba «fijar», momificar, y manipular a Alguien que nunca se deja conocer del todo, que no se deja aprisionar por nuestros conceptos, imágenes e ideas. No quiere ser «aprisionado» bajo ninguna forma, bajo ningún Templo, bajo ningún rito, bajo ninguna definición (recuérdese la difícil «definición» que Dios da de sí mismo a Moisés en la zarza) . Dios es el Dios que se descubre en la vida cotidiana, caminando con el pueblo, ayudándoles a superar las dificultades, peleando por que sean libres, por poner el bien y la libertad de las personas por encima de cualquier otra cosa. Es un Dios que hay que estar siempre descubriendo, que siempre nos sorprende, que no se deja aprisionar por nada ni por nadie.
Es siempre la tremenda tentación y el riesgo que todos tenemos: Dios es... lo que me han enseñado, lo que dice la tradición, lo que pone en el Catecismo, lo que dicen las autoridades, lo que dicen las Escrituras... No pocas veces Dios es lo que me conviene, lo que me parece a mí, lo que me da la razón... Y lo peor de todo es que con esas ideas fijas, nos permitimos juzgar y condenar todo lo que no encaje en esas limitadas comprensiones.
Es lo que les pasa a los judíos en el Evangelio de hoy: su idea de Dios, sus ideas de la Ley (el sábado, en este caso: Jesús acaba de curar al paralítico un día prohibido), sus tradiciones, sus esquemas mentales, incluso su manera de comprender las propias Escrituras... les impiden descubrir el verdadero rostro de Dios, la voluntad de Dios, las opciones de Dios, la revelación de Dios, las obras que quiere Dios, y que Jesús está poniendo en práctica. Están por encima sus intereses (su gloria), sus ventajas, sus cargos, su prestigio...
Así, «en el nombre de Dios», queriendo «defender» a Dios, sintiéndose sus portavoces, los únicos conocedores del Dios verdadero... acabarán rechazando y eliminando a su Enviado. En definitiva: usarán a Dios (la religión más bien, las tradiciones religiosas) contra el hombre: importa más el sábado que la salud del paralítico, e incluso acabarán no recibiendo y eliminando al mismísimo Dios (Jesús). Dios aparece así como el enemigo del hombre, el enemigo de su felicidad. Es el (falso) Diosmas interesado en sus propios intereses, que en la libertad y la realización del hombre. ¡Terrible!
¡Y ay, tantas veces ha ocurrido en nuestra historia! ¡Y sigue ocurriendo!
Está bien que en nuestra Cuaresma nos cuestionemos, aunque nos resulte muy incómodo, si creemos tener a Dios conocido, controlado, de nuestra parte, con millones de argumentos... y no somos capaces de reconocer todavía hoy al Dios que quiere seguir actuando en bien de la felicidad de las personas... no sea que, hoy como entonces, y «en su nombre»... lo estemos quitando de en medio, y condenando... pensando, sin embargo, que eso es lo que él quiere.
Enrique Martínez, cmf