Comentario al Evangelio del
Cuando mi hermano pequeño tenía unos cuantos años menos, me preguntó por qué recordábamos hoy la matanza de los inocentes y la huida a Egipto de María, José y Jesús, si todavía no habían llegado los Reyes Magos (hay que esperar a Enero...!). No le faltaba razón. Pero mi hermano no sabía que la liturgia no siempre se rige por criterios cronológicos sino teológicos (aunque hemos de reconocer que tampoco vendría mal de vez en cuando...). Digo esto porque es fácil despistarse con la fiesta de hoy y perdernos en explicaciones más o menos históricas. Celebrar en la octava de Navidad la matanza injusta de niños inocentes y hacerlo encima, para proteger al mismo Dios, es una manera de recordarnos contundentemente que ningún adorno navideño puede hacernos olvidar la presencia del mal en el mundo: un mal que siempre es desproporcionado, doloroso, inexplicable... y si viene en nombre de Dios, peor aún.
La Navidad es tiempo de los mejores deseos, de luz, de calma... Cierto: “Dios es luz sin tiniebla alguna” y vivir en él y con Él es elegir la luz frente a las tinieblas. Pero las tinieblas existen... son reales, cotidianas... Y mientras nos alejemos de Dios (directa o indirectamente) nos acercaremos a las tinieblas. Como dice la primera lectura, “os digo esto para que no pequéis”, porque, ¿qué es pecar más que desechar la luz y arruinar todo lo luminoso frente a la oscuridad de la mentira, la violencia, la injusticia? Es fácil escandalizarse de la crueldad y la maldad de otros, pero “si decimos que no hemos pecado, hacemos mentiroso a Dios”, que afirma una y otra vez que es nuestro perdón.
En definitiva: ¿no te parece que adoraríamos al Niño de otra manera y nos estremeceríamos frente al misterio de Belén de otro modo si tomáramos en serio que la luz y la tiniebla conviven, nos rodean y ambas esperan nuestra colaboración y nuestra vida para extenderse por el mundo? Elijamos la luz... que el Niño Dios nos ayude y enseñe y empuje a elegir siempre la luz que es la Vida. Aunque en ese empeño, a veces tengamos que unirnos al cantor al decir: “soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad” .
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz. Misionera Claretiana (rosaruizarmi@gmail.com)