Comentario al Evangelio del
La codicia es algo de lo que hay que guardarse e intentar alejarse lo más posible. Los bienes no son malos. Vivir para acumularlos sí. Dios nos ha puesto los bienes de la tierra para disfrutarlos y para nuestro servicio. Sin embargo, vivir queriendo ser ricos ante los demás y poner nuestro corazón en la riqueza nos hace pobres ante Dios.
Jesús bien sabe que quienes hacen del acumular riquezas la razón de ser de su vida son necios. Han creado un Dios que no puede salvar, que tiene oídos y no oye, que tiene ojos y no ve. Cuando hablamos de las cosas importantes de la vida, nadie tiene nada comprado, y menos la vida. Bien sabemos de la fragilidad de la vida humana, de la salud… Al final, nos vamos al otro mundo con lo mismo que trajimos a este: nada. Nada nos podemos asegurar para nosotros. Ahí está la necedad de la que habla Jesús.
Lástima que ese vivir queriendo tener más y más cree tanta injusticia alrededor y haga tan infelices incluso a los que así creen que se triunfa en la vida. Vivir queriendo acumular riquezas, olvidándonos de los que no las tienen o no pueden disfrutar de los bienes, nos deshumaniza. Cuando irrumpe la codicia el mundo se hace menos humano y las relaciones humanas e incluso familiares se contaminan hasta tal punto que nos deshumanizan. Por eso Jesús nos propone hoy un camino diferente, alternativo: ser rico, sí… pero delante de Dios.