Comentario al Evangelio del

Pablo Largo, cmf

Queridos amigos:

Jesús marca hoy una clara jerarquía de amores, lo mismo que en otros momentos viene a insistir en la integración de amores. Los integra, porque, en relación con el amor y respeto familiar, Jesús recuerda el mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre”; y en relación con el matrimonio evocará las primeras páginas del Génesis: “Se unirá el varón a su mujer, y serán los dos una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

En ocasiones no es posible vivir pacíficamente esa integración y se impone acentuar a quién corresponde la prioridad en la jerarquía de amores. Esto sucedió en los primeros tiempos cristianos, y también ha sucedido en reiterados episodios de conversión.

Podemos evocar el caso del judío Teodoro Ratisbona. Convertido a la fe cristiana, se bautiza a los 24 años, el 14 de abril de 1827. Será objeto de grave distanciamiento y de ácidos reproches por parte de su hermano menor Alfonso. Este, inesperadamente, se convertirá el 20 de enero de 1842. A partir de esa fecha se vuelve estrecho colaborador de Teodoro y lo estimula a fundar la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Sión.

Otro francés, André Frossard, había respirado ateísmo en su familia, estaba bien arrellanado en esa condición atea y no sentía ninguna “inquietud existencial”. Él mismo dice: “Éramos ateos perfectos, de esos que ni se preguntan por su ateísmo”. A los 20 años vivió una repentina e imprevista conversión. Sus padres, alarmados, lo llevan a un médico amigo. Este dictamina una crisis de misticismo, enfermedad extraña que –dice– desaparecerá a los dos años sin dejar lesiones ni huellas. Había que tener paciencia. Lo cierto es que más tarde se harán católicas su hermana menor y hasta su madre.

Más grave es la situación de aquellos que, al convertirse a Cristo y adherirse a la Iglesia, se juegan la vida: tienen que ocultarse de su familia porque la propia familia los asesinaría y pensaría que con este parricidio da gloria a Dios. También hoy, ante casos como este, estamos llamados a vivir la comunión de los santos.

Vuestro amigo
Pablo Largo