Comentario al Evangelio del
Queridos amigos:
Seguimos celebrando la comunión de los santos. Ayer hacíamos memoria de los que han alcanzado su meta y viven en comunión plena con Dios. Hoy recordamos a los fieles difuntos. Es también, la de hoy, una celebración de la esperanza.
Entre los antiguos romanos había distintas creencias respecto al destino final del hombre. Conocemos inscripciones de algunas tumbas. Una decía: no existí, existí, no existo, no me importa. El papa Benedicto XVI, en la encíclica Spe salvi, recordaba esta otra fórmula: Qué pronto hemos caído de la nada en la nada. Reflejan el sentir de quienes vivían sin Dios y sin esperanza. Y también el sentir de R. Mogin, poeta del s. XX, que declaraba: “Estamos sin noticias, sin noticias de esperanza; estamos sin noticias, sin noticias de amor; estamos sin noticias, sin noticias de Dios”.
El apóstol Pablo, en cambio, insistía: “No queremos que os aflijáis como los que no tienen esperanza”. Sin duda, la pérdida de hermanos en la fe, la de familiares, la de otras personas, produce aflicción; pero esta ha de estar templada e iluminada por una viva esperanza. La Pascua nos ha revelado a Dios como el que resucitó a Jesús de entre los muertos y el que resucitará a cuantos mueren en el Señor. De ahí el reproche del apóstol a algunos corintios: les dice que negar la resurrección equivale a ignorancia de Dios.
A la vez que recordamos a los hermanos que ya gozan de la presencia de Dios, a la vez que oramos por los fieles difuntos, alentamos nuestra esperanza en el Dios vivo y Dios de vivos. El poeta Novalis, respondiendo a una pregunta clásica, lo formulaba así: “¿Que hacia dónde vamos? Siempre hacia casa”.
Vuestro amigo
Pablo Largo