Comentario al Evangelio del
Queridos hermanos y hermanas:
Durante años y casi siglos los cristianos anduvimos obsesionados con el tema de la salvación. Nos rondaba por la cabeza aquello de “”al final, el que se salva sabe y el que no no sabe nada”. No es que el tema de la salvación personal no sea importante. Lo es. ¡Cómo no! Pero andaba un poco descolocado y mal planteado. Como se buscaba la salvación personal, la cuestión se centraba en una especie de concurso de méritos para ver quién podía presentar al final de su vida ante el tribunal definitivo una lista de acciones (misas, rosarios, meditaciones, sacrificios, actos de caridad...) que garantizase la entrada en el cielo.
Con ese planteamiento a muchos se les olvidaba que la jugada no estaba en la compraventa sino en la gratuidad. Donde se juega la salvación es en el amor vivido y experimentado en el aquí y en el ahora de cada día. Nos salvamos aquí cuando damos la mano al hermano, cuando rescatamos al perdido, cuando levantamos al hundido, cuando liberamos al oprimido. Y aquí y ahora experimentamos la salvación cuando nos miramos en los ojos del otro y vemos al hermano y juntos nos sentimos hijos en el Hijo. A Dios le conocemos en el hermano y Dios nos conoce en los hermanos. Y compartimos el pan en torno a la mesa única del Padre. La salvación no está arriba sino abajo. No se trata de mirar a Dios sino al hermano. No se trata de rezar mucho sino de amar mucho.
Un abrazo en el Señor resucitado.
Pedro Barranco