Comentario al Evangelio del
Palabras duras las de Jesús hoy. ¿Quién puede oírlas? Ante la realidad de su tiempo, Jesús no paró de denunciar la hipocresía de los poderes religiosos, políticos y sociales. Y no le escucharon. Aun más, hicieron lo posible por apagar su voz, hasta clavándole en la Cruz. Pero la suya era la Palabra misma de Dios, y no pudieron con ella. Por eso siguió viva y presente entonces, en el Resucitado, y sigue viva y presente hoy, en sus testigos. Aquella generación que no quería escuchar la llamada a la conversión, a la fe, a la esperanza y al amor, será juzgada y condenada, porque era Dios mismo quien les hablaba en el mensaje y la vida del Hijo. Y no le hicieron caso.
¿Y hoy? ¿Escuchará nuestra generación la Buena Nueva y la llamada a la conversión que sigue resonando en nuestro mundo gracias al Espíritu del Resucitado, presente en la comunidad cristiana? ¿La escucharemos de verdad nosotros mismos, los que nos llamamos cristianos?
Abramos los ojos: mirad vuestra vida, cada uno la suya propia; mirad la vida y el testimonio de nuestras comunidades, mirad nuestras instituciones; mirad también cómo anda el mundo en el que vivimos, mirad las estructuras de poder que hemos construido y que mantenemos, en lo social, lo cultural, lo político, lo económico y lo religioso, … Es evidente que nuestro mundo ni ha escuchado ni vive el mensaje de alegría, esperanza y amor que Jesús nos dejó. Pero es que nosotros, los que nos llamamos cristianos, tampoco. En la vida de cada uno, en nuestras comunidades, en la Iglesia: ¡cuánto nos queda todavía por convertir al Señor! Gracias a Dios, testigos que viven con coherencia el Evangelio, o al menos caminan en ello, los sigue habiendo: con su vida y palabra nos llaman a la conversión al Evangelio. Testigos fieles en cuyas vidas se encarna la presencia del mismo Cristo que por la fuerza del Espíritu Santo sigue proclamando el Amor inmenso del Padre y la llamada a anunciar y construir el nuevo Reino basado en el amor. Escuchémosles y hágamosles caso. Si no, llegará el día en que acabarán alzándose contra nosotros muchos que, como la Reina del Sur o los habitantes de Nínive, tras haber escuchado a los “salomones” o a los “jonases” de hoy, han comprendido que el amor es el único camino, cuando entre nosotros está alguien que es mucho más que cualquier Salomón o que cualquier Jonás: el Hijo de Dios en persona.