Comentario al Evangelio del
Todos hemos escuchado alguna vez esos juicios llenos de seguridad y tan simples que se hacen en una conversación sobre los problemas que nos aquejan, o que aquejan a los demás. Enseguida sentenciamos, enseguida descubrimos la solución al problema y decimos lo que hay que hacer. Todos conocemos personas que siempre tiene la solución a los problemas. Para ellos la realidad es simple, sencilla... o es A o es B, o es verdad o es mentira, o es bueno o es malo, o es negro o es blanco. No hay puntos intermedios donde se funden los colores, no hay brumas... sólo hay certezas y seguridades.
Si no nos quedamos en la superficie de las cosas, de las personas o de los problemas seguro que descubrimos matices, puntos de vista, otras “verdades”, claroscuros. La realidad es ambigua, y siempre tiene un componente de misterio que hemos de respetar. Y esto no es relativismo, sino certeza de que sólo poseemos una mirada y que hay “otras” miradas.
Dios le habla a Job y le dice lo grande que es el universo y lo poco que sabe de él. Ante esto Job responde desde la humildad: “me siento pequeño”. Creo que esta es la actitud del creyente, la de quien se sitúa ante la inmensidad no desde las seguridades nacidas de la superficialidad, sino desde el Misterio que le supera y que ha de acoger y se encuentra detrás de cada realidad.
Los habitantes de Corozaín y Betsaida no son capaces de reconocer en Jesús y sus milagros los signos de una presencia “única” de Dios. No fueron capaces de mirar más allá de los gestos y de las palabras y descubrir tras ellas el rostro de Dios, y por eso Jesús pasó de largo.
¿Conocemos de verdad a Dios? ¿Sabemos cómo actúa? ¿Sabemos lo que quiere de nosotros? ¿Sabemos lo que quiere de los demás? A veces diseccionamos tanto a Dios que le perdemos, y perdemos el misterio que se revela en los claroscuros, en el silencio, en la escucha, en la mirada profunda, el Misterio que nos trasciende y sin embargo nos llena a cada instante. Dios se nos revela en la “profunda sencillez” de la humanidad de Jesús.