Comentario al Evangelio del

Rosa Ruiz. Misionera Claretiana (rosaruizrmi@yahoo.es)

Pablo no descansa y nos vuelve a repetir: Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios.

Este verano visitaba el Castillo de Javier (Navarra), donde nació Francisco Javier, compañero de Ignacio de Loyola, patrón de las misiones. Contemplaba al llamado Cristo de la sonrisa junto a otros visitantes. A mi lado estaba un matrimonio de mediana edad, agradable y educado, con su hijo de unos 10 u 11 años. Escucharon con atención la tradicional historia de cómo este Cristo sudó sangre un 3 de Diciembre de justo en el momento en que Francisco moría agotado y enfermo frente a la costa de China. Sus padres, oraban frente a este Cristo en su castillo, como hacían desde siempre. Meses después, al conocer la muerte de su hijo, comprobaban atónitos que había ocurrido aquel mismo día. Tengo especial cariño a este Cristo y las gentes del lugar lo veneran con especial devoción. Al salir de la sala, el niño, con una camiseta de un colegio religioso, dijo a sus padres sin ningún tono despectivo y con la mayor naturalidad del mundo: “esto no se lo cree nadie”. Sus padres no dijeron nada; sonrieron, me miraron… y supongo que ambos pensamos: ¡cómo cambia la historia…!

No sé que es más sabio o más necio. La anécdota es solo eso, una anécdota, pero a mí me ha hecho pensar mucho. Nuestra fe católica busca siempre la razón pues ambas se complementan y sostienen, pero la sabiduría de Dios siempre acaba en un callejón sin salida cuando la sometemos a “sabidurías humanas”. Es como querer medir el mar a puñados…

Leo el evangelio de hoy y me pregunto si este niño –y yo misma- seriamos capaces de echar la red de nuevo al mar después de estar toda la noche pescando sin un miserable pez en la barca. Humanamente, “no hay quien se lo crea”. No hay más argumento que el hecho de que la invitación viene del mismo Jesús. Nada más. Nada. Nada más. Y lo peor no es eso. Lo peor es que a fuerza de no creernos que la sabiduría de Dios es otra cosa, no sólo dejemos de confiar en su Palabra y no echemos la red, sino que además, dejemos de seguir a Jesús. Eso sí sería… una pena.

Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz. Misionera Claretiana (rosaruizrmi@yahoo.es)