Comentario al Evangelio del
Jesús protesta con razón. Había hecho multitud de curaciones, había expulsado demonios, incluso había devuelto la vida a algunos. Pero basta una supuesta blasfemia para apedrearlo.
Y es que nos encanta lo de las piedras. Y lo de las venganzas, como en la lectura de hoy del Antiguo Testamento. Tenemos esa tendencia natural a “tomar medidas”, a soliviantarnos, cuando algo no nos gusta. O simplemente a criticarlo, a descalificarlo.
¿Y si, como resultado de esta Cuaresma (que ya casi se acaba), precisamente para vivir mejor la Pascua nos empeñamos en reconocer, valorar y agradecer a la gente que nos rodea las cosas buenas que hacen?
Veamos lo que nos ocurre a nosotros, a cada uno. Generalmente tenemos la intención de hacer las cosas bien, y muchas veces lo conseguimos. Pero otras no, algo se atraviesa, nos altera, nos torcemos y metemos la pata. ¿Somos por eso merecedores de venganzas terribles o de descalificaciones generalizadas?
Pues lo mismo sucede con nuestros semejantes. No podemos dejar de reconocer lo que hacen mal y vernos afectados por sus equivocaciones. Pero también recibimos los beneficios de sus buenas obras. Si pensamos “en positivo”, si tenemos presente lo que hacen bien, nos resultará mucho más fácil ser comprensivos con sus fallos, incluso con sus ofensas.
No se trata de un mero ejercicio de terapia de grupo o de relaciones humanas. Se trata de un ejercicio de amor. ¿O tú no eres mucho más comprensivo y benévolo con las equivocaciones de las personas que más quieres? Pues inténtalo con los demás y así seguramente ellos lo intentarán contigo.