Comentario al Evangelio del
Queridos amigos, paz y bien.
¿Quieres curarte? Menuda pregunta, para comenzar la reflexión. Una pregunta que parece de lo más obvio, pero que no siempre está clara. Hay algunas personas que están bien como están, (mal) viviendo y dejándose llevar. Porque, a veces, cambiar supone un esfuerzo, que puede ser grande. Y parece mejor seguir con tu pecado. Por desesperanza, o por cansancio, o por incomprensión de la Palabra.
No es éste el caso del paralítico, que sin dudar dice que sí. Y obedece a la Palabra de ese desconocido que se le acerca para hacerle una pregunta “tonta”. Y de regalo, un consejo de vida eterna: Has sido curado, no vuelvas a pecar más, pues podría sucederte algo peor. El ser paralítico, el tener rigidez física es malo, pero la rigidez del espíritu es peor. Se trata de aprovechar las oportunidades. Si se ha tenido un encuentro con Cristo, Él no quiere que andemos al 50%, que vivamos a medio gas. Nos pone las cosas claras, como al paralítico, para que no nos pase algo peor.
¿Cómo puede ser? Porque el Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcá¬zar es el Dios de Jacob, como dice el salmo de hoy. Jesús es el Agua Viva, el nuevo Templo que se entrevé en la primera lectura. El paralítico quería sanarse en el agua de la piscina. El cristiano sabe dónde está su fuente de Agua Viva. Es un buen día, quizá, para rezar por el agua.
“Alabado seas mi Señor por la Hermana Agua, la cual es muy útil, y humilde, y preciosa y casta.” Así como San Francisco oró lleno de gratitud por la Hermana Agua, así nosotros oramos agradecidos por su generosidad para sostener la vida.
Oh agua, en tu misteriosa belleza haces florecer al desierto. Una minúscula gota, reunida con miles de gotas, riega las semillas y las futuras cosechas para alimentarnos nosotros y todas las criaturas. Una minúscula gota multiplicada, sacia nuestra ardiente sed.
Más de tres cuartas partes de nuestros cuerpos, como el cuerpo de la tierra, son de agua. Somos gente de agua. Somos un planeta de agua. Oh Dios compasivo, que con tu divino soplo sobre las aguas creaste cuanto existe, te pedimos perdón por nuestro uso negligente del agua, por nuestras actitudes que no la respetan y la contaminan, y te suplicamos nos concedas sabiduría para conservarla y cuidarla.
En este tiempo de sequías, así como esperamos y buscamos el regalo de la lluvia sobre la tierra, esperamos también la lluvia de la gracia sobre nuestras almas. Ven en nuestra ayuda y libéranos del odio, la codicia, el temor, y nuestra falta de amor hacia tus dones sobre la tierra. Transfórmanos en ríos de agua viva, de modo que a nuestro paso reverdezca la vida,
la esperanza y el amor por la tierra y por todas las personas.
Todo esto te lo pedimos a ti, Dios Creador, fuente de la Gracia, por Jesucristo, Palabra Eterna, y el Espíritu, Manantial de Sabiduría. AMÉN. (Joan Brown, OFS, Servicio Ecológico en la Oficina de Justicia Social, Arquidiócesis de Santa Fe).
Vuestro hermano en la fe,