Comentario al Evangelio del
Querido amigo/a:
El profeta Jeremías pone voz a una queja amarga de Dios. Una queja contra su pueblo Israel porque no cumple la alianza que había pactado: «no escucharon, caminaban según sus ideas, me daban la espalda». La eterna historia de la infidelidad humana que parece estar condenada a repetirse, también en nosotros. Dios es fiel y cumple su promesa. ¿Por qué nos cuesta tanto ser fieles? ¿Tan difícil es? ¿No será que no estamos centrados lo suficientemente en Jesús como para estar deseando poseer todos los reclamos que nos llegan a través de nuestros sentidos? ¡Qué paciencia y qué amor el de Dios! Es para mandar a la humanidad a … Pero no puede hacerlo aunque le duela mucho que le demos la espalda porque su amor una y otra vez nos reclama.
Lo demoniaco es lo que nos divide, lo que nos separa de Dios. El tentador ya se encarga de hacer su trabajo para que demos la espalda a Dios. Estar divididos de Dios y entre nosotros es lo peor que nos puede pasar. Ningún reino, ni proyecto, ni familia, ni grupo, ni comunidad, ni individuo, ni nada, puede subsistir si está dividido. Lo contrario es estar unificado, y qué mejor unidad que estar centrado en el que es el “centro” de todo lo creado. La respuesta de Jesús está llena de sentido común: un reino dividido no podrá subsistir.
Jesús no comparte con sus opositores la idea de que les muestre un signo extraordinario para creer. Es demasiado débil e infantil la fe de quien quiere sustentarla con signos o milagros. No necesitamos ver para confiar, ya sentimos su presencia y su acción en nuestras vidas ¿o no? Cuaresma también es un tiempo de gracia para crecer en la fe, para hacerla madurar, renovarla, refrescarla.
“El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama” nos ha dicho Jesús en el último versículo de hoy. ¡Eso es lo que queremos Señor, ayúdanos!
Juan Lozano, cmf.