Sin pelos en la lengua, con la voz serena, templada y valiente, un sacerdote de 51 años se atreve a decir verdades como puños, “como la copa de un pino”. Es capaz de arriesgar su vida poniendo el dedo en la llaga, llamando a las cosas por su nombre.
Autor
Salvador León
TODAVÍA QUEDAN PROFETAS
Sin pelos en la lengua, con la voz serena, templada y valiente, un sacerdote de 51 años se atreve a decir verdades como puños, “como la copa de un pino”. Es capaz de arriesgar su vida poniendo el dedo en la llaga, llamando a las cosas por su nombre.
Miércoles de la XIII Semana del Tiempo Ordinario
Mt 13, 1-9. Cayó en tierra buena y dio grano.
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