El problema en el mundo y en las iglesias -sugiere Jim Wallis- es que, constantemente, los conservadores se equivocan, y los liberales (por sobre- reacción a los conservadores) entonces no lo hacen de ninguna manera.

El problema en el mundo y en las iglesias -sugiere Jim Wallis- es que, constantemente, los conservadores se equivocan, y los liberales (por sobre- reacción a los conservadores) entonces no lo hacen de ninguna manera.
Cada año, escribo una columna compartiendo con los lectores el título y una breve sinopsis de los diez libros que más me impresionaron ese año. Ocasionalmente, sin embargo, juzgo que un libro es suficientemente excepcional como para merecer su propia columna. El nuevo libro de Robert Ellsberg Un Evangelio viviente: leyendo la historia de Dios en vidas santas es un libro así.
La cuestión de la intercomunión en nuestras iglesias hoy es ardua, importante y dolorosa. Tengo suficiente edad como para recordar otro tiempo, propiamente recordar otros dos tiempos.
Un soldado corriente muere sin temor; Jesús murió atemorizado. Iris Murdoch escribió esas palabras que -creo yo- ayudan a descubrir una idea muy simplista que tenemos de cómo la fe reacciona ante la muerte.
Jean Vanier, el fundador de El Arca, que murió en París el 7 de mayo, escribió esas palabras, pero su verdad está lejos de ser autoevidente. Uno podría cuestionar si esas palabras son simplemente una poética biensonante o si contienen una verdad efectiva. Nuestras diferencias, de hecho, son frecuentemente una amenaza.
El infierno nunca es una desagradable sorpresa que espera a una persona básicamente feliz. Ni es necesariamente un fin predecible para una persona infeliz y amarga. ¿Puede ir al infierno una persona feliz y de buen corazón? ¿Puede ir al cielo una persona infeliz y amarga? Todo eso depende de cómo entendamos el infierno y cómo leamos el corazón humano.
Como otros muchos, yo me sentí profundamente apenado al tener noticia de las recientes revelaciones sobre Jean Vanier. Fue una persona a la que admiré mucho y sobre la que, en numerosas ocasiones, he escrito con entusiasmo.
La renombrada escritora espiritual Ruth Burrows empieza su autobiografía con estas palabras: “Nací en este mundo con una torturada sensibilidad. Durante mucho tiempo he tratado de resolver las causas de mi angustia psicológica”.
Cada vez vamos teniendo más recelo de las palabras. Por todos sitios oímos decir a la gente: “¡Eso es sólo hablar! ¡Eso no es nada más que palabras vacías!”
Hace treinta años, John Jungblut escribió un pequeño folleto titulado On Hallowing Our Diminisment. Es un opúsculo que sugiere maneras como podríamos forjar las humillaciones y adversidades que nos cercan…
Una vez, durante un partido de béisbol en la escuela secundaria, un árbitro tuvo una decisión muy injusta contra nuestro equipo. Todo nuestro equipo se indignó y todos nosotros empezamos a gritar airadamente al árbitro, maldiciéndolo, insultándolo, expresando nuestra ira a voz en grito. Pero uno de nuestros compañeros de equipo no siguió la misma conducta.