Soñar un mundo reconciliado es patrimonio común de los hombres. ¡Hay que sanar las heridas para que no se engangrenen!

Soñar un mundo reconciliado es patrimonio común de los hombres. ¡Hay que sanar las heridas para que no se engangrenen!
Lo hemos oído muchas veces, referido a personas y a situaciones: «no me da confianza». A lo mejor, tendríamos que preguntarnos: ¿pongo confianza?
El encuentro con los demás pasa por el cultivo de uno mismo. A veces, resulta que nos hacemos trampas a nosotros mismos.
Una tarea que conlleva una buena dosis de responsabilidad, que cada uno tiene que asumir como propia.
La relación auténtica, a veces, produce dolor. Querer evitarlo a toda costa, refugiándose en la incomunicación, sería un mal negocio.
Un cuadro tenebrista también es bello. En él la luces se potencian con las sobras. El claroscuro hace disfrutar a quien lo contempla.
Soñar un mundo reconciliado es patrimonio común de los hombres. ¡Hay que sanar las heridas para que no se engangrenen!
Lo hemos oído muchas veces, referido a personas y a situaciones: «no me da confianza». A lo mejor, tendríamos que preguntarnos: ¿pongo confianza?
El encuentro con los demás pasa por el cultivo de uno mismo. A veces, resulta que nos hacemos trampas a nosotros mismos.