Los viernes, en el tiempo de Cuaresma, tienen una especial resonancia, por la memoria de la Pasión de Cristo.
Jesús dice: “Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán” (Mc 2,20). De nuevo la categoría tiempo se nos ofrece como acicate para practicar el bien.

Sorprende que, cuando uno se atreve a ser generoso, nunca pierde: “Entonces romperá tu luz como la aurora, brotará la carne sana, clamarás al Señor y te responderá”.
Los que practican la misericordia conocen lo que es el amor de Dios, y llegan a saber lo que significa la relación esponsal en el tiempo de consolación y en el de la desolación. Quien se da, se afirma. Quien se guarda, se niega. Nunca venceremos a Dios en generosidad.
La invitación penitencial debe alcanzar al interior y no sólo a prácticas externas. “Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo desprecias (Sal 50)”.
				
                    



