Una tradición del corazón – Devociones católicas

29 de septiembre de 2025

devocionesCrecí en un hogar católico y las devociones fueron siempre una parte vital de nuestra dieta religiosa. Aunque en mi familia la Eucaristía tenía más importancia que las devociones, alimentábamos mucho nuestra vida espiritual con ellas, como lo hacían muchos católicos de aquella época.

Entre otras cosas, rezábamos el rosario todos los días, el ángelus a diario, letanías especiales (a San José en marzo, a María en mayo y octubre, y al Sagrado Corazón de Jesús en junio), el Vía Crucis cada viernes de Cuaresma, asistíamos con ansia a la Eucaristía los primeros viernes y los primeros sábados para obtener promesas especiales de Dios, y recitábamos oraciones particulares para ganar indulgencias.

Además, quienes podían permitírselo hacían peregrinaciones a santuarios marianos, y casi todos llevaban medallas de Lourdes o de Fátima y tenían una devoción especial a esos lugares (en mi familia y en mi parroquia había una especial devoción a Nuestra Señora del Cabo, en Cap-de-la-Madeleine, Quebec). Las devociones eran una parte muy importante de nuestra vida espiritual.

¿Qué se puede decir de las devociones desde un punto de vista teológico y desde la mirada de una cultura que en gran medida desconfía de ellas?

Podemos empezar con la reacción de Martín Lutero y de los grandes reformadores protestantes. Ellos temían dos cosas en las devociones. En primer lugar, que en aquel tiempo algunas devociones estaban descontroladas y eran simplemente mala teología (como la famosa venta de indulgencias). En segundo lugar, consideraban que las devociones no eran necesariamente malas en sí mismas, pero que a menudo desplazaban a Jesús y a la Palabra de Dios como centro y foco principal. Por eso se distanciaron prácticamente de todas las devociones católicas, tanto de las descontroladas como de las sanas.

En gran medida, esa desconfianza protestante y evangélica hacia las devociones católicas ha llegado hasta nuestros días. Aunque hoy esa desconfianza está cediendo en algunas iglesias no católicas, sigue siendo la actitud predominante en la mayoría de los ambientes protestantes y evangélicos. En resumen, desconfían de la mayoría de las devociones porque no solo se ven como una distracción respecto a la centralidad de Jesús y de la Palabra, sino también como posibles contaminantes poco saludables, como comida basura en nuestra dieta espiritual.

¿Qué decir sobre esto?

Es una advertencia justa y necesaria para los católicos (y otros) que alimentan su vida espiritual con devociones. En definitiva, las devociones fácilmente pueden asentarse en una teología frágil y convertirse en comida basura que contamina nuestra dieta espiritual: donde las devociones sustituyen a la Escritura, María sustituye a Jesús como centro, y ciertas prácticas rituales hacen parecer a Dios como un muñeco atado a un hilo.

Ahora bien, admitido esto, como decía Goethe, los peligros de la vida son muchos, y la seguridad es uno de esos peligros. Sí, las devociones pueden ser un riesgo, pero también pueden ser un suplemento rico y saludable en nuestra dieta esencial de Palabra y Eucaristía.

Eric Mascall (el renombrado teólogo anglicano en Oxford, contemporáneo de C. S. Lewis, J. R. R. Tolkien, Dorothy Sayers y Austin Farrer) expone así tanto el peligro de las devociones como el peligro de prescindir de ellas: los reformadores protestantes (Lutero, Calvino, Zwinglio) estaban tan temerosos de la contaminación por las devociones católicas que nos pusieron en una dieta de antisépticos. Cuando uno sigue una dieta de antisépticos, no sufre intoxicaciones alimenticias, pero sí puede sufrir desnutrición.

Ese es un desafío tanto para quienes practican devociones como para quienes las temen. Es cierto que la teología que subyace a ciertas devociones puede ser descuidada (por ejemplo, María no es corredentora junto con Jesús). Sin embargo, en muchas devociones (a María, a los santos, a la adoración eucarística, al Sagrado Corazón) puede encontrarse una rica nutrición que ayuda a alimentar lo central, es decir, la Palabra de Dios y la Eucaristía.

La difunta Wendy Wright, en su libro Sacred Heart: Gateway to God (El Sagrado Corazón: puerta a Dios), hace una preciosa apología de las prácticas devocionales católicas, en particular de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Para ella, las prácticas devocionales católicas son una tradición del corazón. Mientras Jesús sigue siendo el centro y su resurrección el verdadero ancla de nuestra fe, las devociones pueden ofrecernos algo más allá de lo esencial en bruto.

Usando la devoción al Sagrado Corazón de Jesús como ejemplo, escribe:

«En esta devoción, nosotros, Jesús y los santos existimos de alguna manera esencial fuera de la cronología del tiempo histórico. La tradición del corazón lo muestra de manera vívida, incluso grotesca. La correspondencia divino-humana es íntima. Se descubre en la carne. Nuestros corazones de carne están hechos para todo lo que está más allá de la carne al conformarse con el corazón de Jesús. Ese corazón divino-humano es el pasaje entre la tierra y el cielo. Ese corazón es la huella tangible del amor divino en el orden creado. Ese corazón es el anhelo más amplio y más salvaje del propio amor humano».

Los peligros de la vida son muchos, y la seguridad es uno de esos peligros. Las devociones pueden desviarnos de lo que es más central y apoyarse en una teología cuestionable, pero también pueden ser, en palabras de Wendy Wright, un bendito pasaje del corazón entre el cielo y la tierra.

Artículo original en inglés