Señor, 
el mundo está enfermo,
lo comprobamos tomándonos el pulso 
nosotros mismos,
poniendo la mano sobre nuestro corazón.

de que este enfermo se agrava cada día
y nos preguntamos con angustia
qué podríamos hacer 
para devolverle la salud.
-¿Cambiar las estructuras?
No somos titanes, Señor,
no somos capaces de cargar
sobre nuestras espaldas
la pesada bola del mundo.
-¿Cambiar nosotros mismos?
Lo hemos intentado muchas veces
y sólo hemos logrado confirmarnos
en nuestra debilidad.
-¿Declararnos impotentes 
y dejar que todo se muera?
No quedaríamos en paz, Señor,
hay algo en nosotros que se resiste 
a darse por vencido.
Maestro bueno, ¿qué debemos hacer?
Dínoslo, somos tus discípulos.
Aunque… ya nos lo has dicho 
muchas veces, Señor:
-Sólo una cosa es necesaria.
No temáis, 
no acumuléis preocupaciones;
no os agobiéis por el temor de dar poco
o por el afán de dar mucho;
conformaos con darlo todo,
aunque ese todo no sea más 
que el hueco de vuestras manos vacías.
Buscad el Reino de Dios y su justicia
y todo lo demás se os dará por añadidura.
Señor Jesús, ayúdanos a comprender 
que sólo tú eres el Mesías.
Renueva nuestra fe, 
alienta nuestra esperanza,
haznos pobres en el espíritu.
Enséñanos a amar sencillamente.
Y danos tu paz. Amén.
 
				 
                    



