UN ENFERMO INVITA A REZAR

La gracia y la dicha me llegan a través de los ojos de Paulino, llenos de vida, de gratitud, de cariño. Mis ojos, necesitados de verdad, quedan abrasados por los suyos en los que brilla Dios. Su débil mano, blanca y niña, estrecha la mía para orar con sencillez. Juntos saciamos nuestra hambre de eternidad en el Pan de la Vida, calmando dolores, convocados a la dicha. Una paz sentida levanta nuestra mirada a nuestro infinito cielo, allí donde el triunfo de la vida que no se acaba, a todos nos espera.
Me voy, como en otras ocasiones, dejando la “monedita del alma” que otros me dieron para socorrer quebrantos y dolencias.
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