Tres llamadas: I Jueves de Cuaresma

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Tres llamadas

-«Señor mío, único rey nuestro.
Protégeme, que estoy sola y no tengo otro   defensor fuera de ti, pues yo misma me he   expuesto al peligro» (Est 14, 3-5).

“Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad; cuando te invoqué, me escuchaste” (Sal 137).

-«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre» (Mt 7, 7-8).

Consideración

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.No tenemos un Dios incapaz de oír las súplicas de sus hijos. Por el contrario, una diferencia entre nuestro Dios y los ídolos es que estos tienen orejas y no oyen, mientras que el Señor escucha el grito de los que le suplican.

Aunque la oración de petición puede parecer menos perfecta por ser interesada, Jesús, que conoce nuestra necesidad, nos recomienda orar sin desfallecer y pedir  a Dios al encontrarnos menesterosos.

La oración de súplica fortalece la relación teologal, y a veces la Providencia permite la precariedad para suscitar en nosotros el retorno al trato con Él.

La oración de súplica

El Maestro de oración enseña a sus más íntimos amigos a orar, bendiciendo a Dios y pidiéndole ayuda.

Los contemplativos han mantenido su relación de intimidad gracias a la mediación de oraciones sencillas y vocales, que podrían parecer propias de personas poco iniciadas en la vida espiritual.

La experiencia de Dios que tuvo García Morente estuvo relacionada con la recitación del “Padre Nuestro”.

Santa Teresa de Jesús rezaba el rosario. “Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy devota, y así nos hacía serlo” (Vida, 1, 6).

Hay quienes han llegado a la más alta contemplación con la recitación de las palabras del ciego de Jericó: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”.

Jesús pone el ejemplo de la respuesta de un padre cuando su hijo le pide pan, que no le da un escorpión. Pues cuánto más generoso será Dios.

No dudes, mantente en la oración creyente y confiada. Ante Dios nada se pierde.