¿Tiene Dios sentido del humor?

8 de julio de 2025

Esta puede parecer una pregunta frívola o irreverente, pero no lo es en absoluto. Es una pregunta importante y también reverente. ¿Por qué? Porque el humor sano y la broma juguetona aportan alegría, ligereza de corazón y una perspectiva saludable a nuestras vidas. ¿Podemos imaginar que toda esa maravillosa ligereza de corazón no tenga ninguna conexión con Dios?

¿Tiene Dios sentido del humor? ¡Por supuesto! ¡Sin duda! Jesús nos enseña que Dios es el autor de todas las cosas buenas. El humor, la capacidad de juego y las bromas sanas son cosas buenas y saludables. Solo pueden tener su origen último en Dios.

¿Por qué son cosas buenas? ¿Qué papel positivo desempeñan en nuestras vidas?

Freud sugirió una vez que a veces podemos entender mejor algo si observamos su contrario. ¿Cuáles son los opuestos del humor, el juego y las bromas? Los vemos en tres cosas: el exceso de seriedad, la irritación innecesaria y la pomposidad (ninguna de las cuales es saludable).

Consideremos este ejemplo: he vivido casi toda mi vida adulta en una comunidad religiosa de hombres y, en general, ha sido una experiencia positiva y que da vida. Pero entre los (literalmente) cientos de hombres con los que he compartido comunidad durante más de cincuenta años, a veces ha habido cohermanos excesivamente serios cuya presencia en la sala común o en la mesa podía, en efecto, robarle la alegría al ambiente.

Recuerdo un incidente en la mesa donde alguien contó un chiste algo subido de tono (picante, pero no de mal gusto). La mayoría de nosotros respondimos con una carcajada, pero en cuanto se apagó la risa, uno de nuestros cohermanos, con un tono pesado y excesivamente piadoso, preguntó: “¿Contarías un chiste así delante del Santísimo Sacramento?” Eso no solo acabó con la risa en la sala y aportó una cierta pesadez a nuestro encuentro, sino que también drenó, en efecto, el oxígeno del ambiente.

La excesiva seriedad, aunque no es un defecto moral, puede dejarnos demasiado vulnerables ante las exigencias de la familia y la comunidad, exigencias ante las que nunca podemos estar a la altura por completo. En cambio, el juego, el humor y las bromas, cuando son sanos, pueden aportar la “grasa” necesaria para la vida familiar y comunitaria.

Por ejemplo, cuando uno entra en una congregación religiosa, hace voto de vivir en comunidad (de hombres, en mi caso) por el resto de su vida. Además, uno no puede elegir con quién va a vivir. Simplemente se le asigna a una comunidad, que incluirá inevitablemente a algunos miembros con un temperamento muy distinto al propio, con quienes normalmente no elegiría convivir.

Pues bien, he vivido en este tipo de comunidad religiosa durante casi sesenta años y, con muy pocas excepciones, ha sido una experiencia positiva y gozosa; en gran parte porque he tenido la bendición de vivir casi siempre en una comunidad donde parte de nuestro ethos ha sido el intercambio diario de humor, juego y bromas. La oración y una misión común han sido, por supuesto, el pegamento principal que nos ha mantenido unidos, pero el humor, el juego y las bromas han sido la grasa que ha evitado que las tensiones pequeñas y el riesgo ocupacional de la pomposidad nos afecten.

Es interesante observar que los filósofos griegos clásicos entendían el amor como compuesto por seis elementos:

Eros – enamoramiento y atracción
Manía – obsesión
Asteismos – juego y bromas
Storgé – cuidado
Philia – amistad
Ágape – altruismo

Cuando definimos el amor, generalmente incluimos la mayoría de estos elementos, excepto el Asteismos, el juego y las bromas. Y lo pagamos caro.

Mi maestro de novicios oblato, un maravilloso sacerdote canadiense-francés, una vez nos contó (a un grupo de jóvenes novicios) un chiste con propósito. Dice así:
Una familia estaba planeando la boda de su hija, pero no podían permitirse alquilar un local para la fiesta después de la ceremonia religiosa. Entonces el sacerdote les hizo una propuesta:
“¿Por qué no usan la entrada, el vestíbulo de la iglesia? Hay suficiente espacio para una recepción. Traigan un pastel y hagan allí la fiesta.”

Todo iba bien hasta que el padre de la novia le preguntó al sacerdote si podían llevar licor para la recepción. El sacerdote respondió muy enfáticamente:
“¡Absolutamente no! ¡No se puede tener licor en una iglesia!”

El padre de la novia protestó:
“Pero Jesús bebió vino en las bodas de Caná.”

A lo que el sacerdote respondió:
“¡Pero no delante del Santísimo Sacramento!”

Este chiste puede servir como una parábola que nos advierte contra despojar a Dios del humor y del juego.

Dios tiene sentido del humor, sentido del juego y talento para la broma mucho más allá que el de nuestros mejores comediantes. ¿Cómo podría ser de otra manera? ¿Puedes imaginarte pasar la eternidad en el cielo sin risas ni juego? ¿Puedes imaginarte a un Dios que es amor perfecto, pero con quien te daría miedo bromear? ¿La última risa antes de morir será nuestra última risa para siempre? No. Dios tiene un sentido del humor que, sin duda, será para todos nosotros una grata y maravillosa sorpresa.

Artículo original en inglés

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