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Tercer Domingo de Cuaresma: VOCACIÓN ACOMPAÑADA

Juan Carlos Martos cmf -

1. AMBIENTACIÓN

(JPG) La pregunta que escuchamos hoy en la lectura del Éxodo, “¿está o no está el Señor en medio de nosotros?”, no es sólo una pregunta de ayer sino que la escuchamos en todo tiempo, incluso más de alguna vez nos la hemos hecho nosotros mismos. Surge cuando vivimos con mucha tensión, cuando nos golpea en primera persona la contrariedad, la tribulación, cuando todo sale mal y volvemos nuestros ojos suplicando a quien sea, para salir del agobio y del pesar que nos asfixia.

Pero Dios siempre está cerca, para acoger, perdonar, salvar, aliviar... Los creyentes confesamos que sí, que Dios camina junto al hombre, que apuesta por las personas, que nunca falla aunque nosotros fallemos.

Y en esta fe hemos de encontrar la luz y el ánimo para vivir nuestra propia vocación cada día. Que la Eucaristía, expresión de amor y fuente de hermandad, ilumine nuestra vida y sea fuerza para vivir nuestra vocación.

2. ACTO PENITENCIAL

(Hoy la celebración penitencial puede venir significada con la aspersión de agua bendita a todos Los asistentes. El celebrante puede motivar antes de hacerlo con estas o similares palabras)

Decía el gran teólogo Karl Barth: “Todo cristiano que quiera vivir responsablemente, debería leer dos cosas: la Biblia y el periódico de cada día. Y nunca leer la una sin el otro”. Deseamos vivir coherentemente nuestra vocación cristiana. Por eso queremos iluminar la vida desde la Palabra. Pero muchas veces pecamos de espiritualistas, incapaces de permitir que la Palabra incida en la vida. Que el agua que derramamos sobre nosotros sea agua purificadora que limpie nuestro espiritualismo desencarnado y nuestro miopía para reconocer a Dios en nuestra historia.

3. LITURGIA DE LA PALABRA

  1ª LECTURA: Éxodo 17,3-7

  SALMO 94

  2ª LECTURA: Romanos 5,1-2. 5-8

  EVANGELIO: Juan 4, 5-42 (Puede ser escenificado o dialogado. Ver anexo)

HOMILÍA:

(Pueden servir estas ideas, que tocan el tema vocacional)

Es una suerte encontrar en la vida a personas que nos han ayudado a comprender todo lo que hemos hecho en la vida; nos han explicado, desde su experiencia y saber, nuestros funcionamientos psicológicos y comportamentales. Esas personas se han convertido en algo así como en lámpara que ha iluminado muchas zonas oscuras de nuestra existencia.

Son personas que ayudan a soñar, a adelantar el futuro. Son centinelas del porvenir. Ellos son una ayuda inestimable para el descubrimiento y la orientación de la nuestra vocación, del sentido que daremos a la vida, de las opciones fundamentales. Nos enseñan a ser fieles a nosotros mismos.

Región de Samaría. Un día de calor. Una mujer va a sacar agua. En el brocal del pozo está sentado un judío. Tiene cara de paz. No le importa nada. Sólo le importa lo esencial. Es un hombre extraño: Ama; no atrapa. Es un hombre sorprendente: no pide lo que piden todos los hombres; este hombre lleva a la persona a su verdad, a su intimidad, a su propia responsabilidad. Este hombre es la Verdad, dice la Verdad y pone en camino hacia la Verdad. No se ha visto un caso semejante.

Y ello afecta al sentido de nuestra vida, a nuestra vocación, a esa llamada que desde lo más profundo nos está afectando. Porque todos somos sedientos de vida. Pero no hacemos nada más que beber en aguas que no quitan la sed:

  Sentimos necesidad de amor, pero bebemos egoísmo para aplacar la sed.
  Sentimos necesidad de felicidad y bebemos entretenimientos pasajeros.
  Sentimos necesidad de hondura y nos alimentamos de superficialidad que vacía el corazón

Quien se acerca a este Hombre experimenta que lo esencial es lo único que quita la sed. Más aún, sentimos como la Samaritana que lo fundamental es creer en Él y seguir sus pasos.

PETICIONES:

CELEBRANTE: Señor, tú sacias la sed de todos los que están secos y vacíos de sentido de vida, escucha esta oración que te presentamos por nosotros y por todos los hombres. Respondemos todos: PADRE, ESCÚCHANOS

Oremos por todos los que formamos la Iglesia: para que nuestra vida se oriente a las necesidades de los nuevos tiempos y sepamos responder a las ansias de los hombres y mujeres de hoy. OREMOS.

PADRE, ESCÚCHANOS

Pedimos por todos los que sufren la sed de agua y el hambre de pan: para que por el amor y la solidaridad de todos puedan recobrar la esperanza y vivir con dignidad y sin angustia. OREMOS.

PADRE, ESCÚCHANOS

Oramos por todos los jóvenes, particularmente por los que se están planteando su vocación y su futuro, para que descubran en Jesucristo la luz que necesitan y le confiesen como el Señor de su vida. OREMOS.

PADRE, ESCÚCHANOS

Pedimos por los que participamos en este Eucaristía en el Día del Señor: para que en cada celebración tratemos de superar la rutina, la vivamos desde dentro y la llevemos luego con coherencia a la vida. OREMOS.

PADRE, ESCÚCHANOS

4. PRESENTACIÓN DE DONES

Nuevamente aportamos procesionalmente el pan y el vino para la eucaristía y las colecta para la solidaridad. Se pueden presentar a su vez:

Un cántaro vacío puede significar nuestra sed infinita, nuestra nostalgia intrínseca de buscar lo más profundo, nuestra ardiente hambre de sentido. Creemos que sólo el Señor puede llenarlo.

Un recipiente con agua limpia, que expresa aquello positivo, aquello de Dios, que todos llevamos dentro y que es para repartir. El agua estancada se corrompe. Los dones recibidos han de ser entregados. Nuestras cualidades y dones son para el servicio, para repartir.

5. GESTO DE LA PAZ

Por el templo se pueden repartir varias personas con recipientes de agua que la vayan ofreciendo para que las personas se signen, como señal de que desean acoger al Espíritu de la Verdad y de la Vida a fin de que haga brotar en ellos su manantial.

6. ORACIÓN MEDITATIVA PARA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

(con un fondo musical suave y se va dejando un intervalo de silencio en los puntos suspensivos...)

Jesús... ¡si yo conociera el don de Dios...! ¡si yo tuviese una experiencia de Dios! ¡si yo conociese el regalo infinito de Dios...! ¡si yo siguiese los senderos de Dios...! ¡qué distinta sería mi vida...!

Jesús, dame a conocer el don de Dios...

Dame a conocer el regalo de Dios... Dame a gustar y sentir en mi corazón, El regalo infinito de Dios...

Jesús, ¡si yo conociera el don de Dios...!

Jesús, quiero conocerte a ti... Quiero saber mucho de ti...

Quiero experimentar tu presencia...

Quiero escuchar tu palabra, acoger tu mirada,... Quiero conocer tus sentimientos,... Quiero descubrir tus pensamientos...

Jesús, quiero conocerte,... amarte,... y servirte,...

Señor, dame de beber de esa agua... Porque tú sólo puedes saciar mi sed...

Quédate en silencio, al lado de Jesús... Repítele lentamente:

Señor, dame de beber... Señor, dame de esa agua... Para que no vuelva a tener sed jamás... Señor, dame de beber...


ANEXO 1: ESCENIFICACIÓN DEL EVANGELIO Jn 4,5-42

(Especialmente para celebraciones con jóvenes)

  Personajes: Lector. Jesús. La Samaritana. Dos discípulos y un samaritano.

  Materiales necesarios: Música. Vasija grande o tinaja. Pozo. Canto sobre el agua o el bautismo.

Una antífona en gregoriano para ser oída en su momento.

(Se proclama la Palabra alrededor de una mesa baja redonda, puesta en un lado del presbiterio, con un mantel apropiado, una jarra y vasos. Al lado de la mesa se pone una vasija grande o tinaja para el agua. Se puede imitar un pozo artesanal esbozado. En un momento dado del relato -cuando la Samaritana dice: “Dame de ese agua”-, se vierte el agua en la tina o tinaja. A ser posible, que se oiga y se vea bien. Puede haber un fondo musical. Cabe comenzar la celebración o terminarla con un canto relativo al agua o a la sed)

LECTOR: En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob (entra Jesús). Jesús cansado del camino, estaba sentado junto al manantial (se sienta). Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar agua (entra la mujer con un cántaro) y Jesús le dice:

JESÚS: Dame de beber

LECTOR: Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:

SAMARITANA: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?

LECTOR: Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó:

JESÚS. Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.

SAMARITANA: Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él, sus hijos y sus ganados?

JESÚS: El que bebe de este agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

(Se canta un canto apropiado sobre el agua o el bautismo)

SAMARITANA: Señor, dame de ese agua; así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla.

(Se vierte agua en una tinaja de manera que se oiga bien)

JESÚS: “Anda, llama a tu marido y vuelve”.

SAMARITANA: No tengo marido.

JESÚS: Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.

SAMARITANA: Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.

JESÚS: Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en ese monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y en verdad.

(Se oye una antífona en gregoriano)

SAMARITANA: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, nos lo dirá todo.

JESÚS: Soy yo, el que habla contigo.

LECTOR: En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué le hablas?”. La mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo (pasa al otro lado del presbiterio) y dijo a la gente (hay un grupo de dos o tres).

SAMARITANA: Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será éste el Mesías?

LECTOR: Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde está él. Mientras tanto, sus discípulos le insistían:

DISCÍPULO 1: Maestro, come.

JESÚS: Yo tengo por comida un alimento que no conocéis.

LECTOR: Los discípulos comentaban entre sí.

DISCÍPULO 2: ¿Le habrá traído alguien de comer?

JESÚS: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra. ¿No dicen ustedes que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo les digo esto: levanten los ojos y contemplen los campos que ya están dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna; y así se alegran lo mismo el sembrador y el segador. Con todo, tiene razón el proverbio: “Uno siembra y otro siega”. Yo les envié a segar lo que no han sudado. Otros sudaron y ustedes recogieron el fruto de sus sudores.

LECTOR. En aquel pueblo, muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer. “Me ha dicho todo lo que he hecho”. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación y decían a la mujer:

SAMARITANO: Ya no creemos por lo que tu nos dices; nosotros mismos lo hemos oídos y sabemos que él es de verdad el salvador del mundo.

    
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