Ratoncillos en la parroquia

« HABÍA una vez un párroco que andaba desesperado. En su parroquia habían comenzado a pulular una serie de incómodos ratoncillos que aparecían en cualquier lugar en los momentos más inoportunos... El pobre párroco no sabía que hacer. Había probado a poner pequeñas cantidades de raticidas convencionales que compró en la droguería del barrio. Pero todos sus esfuerzos habían resultado inútiles. Los ratoncillos surgían en cualquier momento y a cualquier hora.
Las mujeres que acudían a la parroquia comenzaron a sufrir tantos sobresaltos encadenados que la asistencia parroquial descendió a niveles insospechados. Abatido y sin soluciones humanas, el sacerdote acudió al obispo para contarle la terrible desgracia que asolaba a su parroquia. El obispo, con una sonrisa paternal, le sugirió que acudiera a una empresa especializada en desratización. Sin duda que los profesionales tendrían solución para aquel pequeño problema... Y el párroco marchó con la convicción de haber hallado la respuesta al problema que amenazaba con desertizar pastoralmente su parroquia.

«Mire, una tarde de estas iré personalmente a su parroquia. Pondremos pequeñas raciones de queso, dejaremos que salgan los ratoncillos de sus rincones... y, cuando los tengamos frente a nosotros, los «confirmaré» a todos ellos. Ya verá usted como no vuelven a pisar la parroquia. De esta forma, se verá definitivamente libre de la plaga de ratones».
*Artículo relacionado: Los jóvenes y la Parroquia: Algunas paradojas
Si te ha gustado, compártelo: