¿Qué hace un buen matrimonio?

18 de agosto de 2025

Un buen MatrimonioNinguna predicación moldea tanto el alma como ver a alguien vivir con honestidad. Si eso es cierto —y lo es—, entonces ningún curso matrimonial enseña tanto sobre el matrimonio como el testimonio de un buen matrimonio.

Lo entendí de primera mano hace algunos años, cuando asistí al 50º aniversario de boda de unos tíos míos. El suyo era un buen matrimonio: armonía, hospitalidad, familia, fe.

Sin embargo —y solo ellos conocían el costo—, no siempre fue fácil. Pasaron los primeros años sin mucho dinero ni comodidades, criando una familia numerosa. Su primer empleo, como dependiente de tienda, apenas le daba para vivir. Ella no encontraba trabajo, porque en aquel pequeño pueblo las mujeres no eran muy buscadas en el mercado laboral.

Además, como en toda familia, hubo incontables luchas. Y, en su caso, incontables horas que ambos dedicaron, más allá de su propio hogar, al servicio en la Iglesia y en la comunidad.

Más de doscientas personas, entre familiares y amigos, nos reunimos para brindar por ellos. Al final del banquete, mi tío se puso de pie para dar las gracias y concluyó así sus palabras:

“Cuando nos casamos, hace cincuenta años, no teníamos mucho. Pero confiábamos, aunque no lo pensáramos demasiado, en que si vivíamos de acuerdo con los Diez Mandamientos y las leyes de la Iglesia, las cosas saldrían bien. Y creo que así fue.”

¡Qué forma tan modesta de decirlo! Las cosas salieron mucho mejor que “bien”.

Creo que un buen matrimonio puede describirse con cuatro imágenes. Y el suyo es ejemplo claro de todas ellas:

  1. Un buen matrimonio es una chimenea encendida. El amor entre dos personas crea un calor real. Ese calor no abriga solo a los esposos; también llega a los hijos, los vecinos, la comunidad y todo el que los encuentra.
  2. Un buen matrimonio es una gran mesa, abundante en comida y bebida. Cuando dos personas se aman de verdad, su amor se convierte en hospitalidad: una mesa donde otros encuentran alimento, en sentido literal y figurado. El amor no solo nutre a quienes lo comparten; siempre hay un excedente que alcanza para los demás. Esto es lo que lo hace sacramento.
  3. Un buen matrimonio es un recipiente que acoge el sufrimiento. Un viejo axioma dice: “Todo puede sobrellevarse si se comparte”. Es cierto. Quien tiene un verdadero compañero de vida puede cargar mucho dolor. En un buen matrimonio, el esposo y la esposa, gracias a su afinidad moral, no solo soportan su propio sufrimiento, sino que también ayudan a llevar el de otros.
  4. Un buen matrimonio es el Cuerpo de Cristo, carne entregada como alimento para la vida del mundo. Cristo nos dejó su Cuerpo para dar vida al mundo. Un buen matrimonio hace precisamente eso: alimenta todo y a todos los que lo rodean. Esto, más que nada, es lo que hace del matrimonio un sacramento.

Muchos de nosotros lo hemos experimentado en algunos matrimonios que hemos conocido. Tenerlos cerca es una fuente constante de alimento moral, psicológico y espiritual.

El matrimonio de mis tíos puede describirse con estas imágenes. Su relación fue una chimenea donde muchos —también yo— encontramos calor. Fue una mesa: sus casas tenían siempre mesas grandes, neveras llenas y puertas abiertas para acoger, alimentar y alegrar a todos los que entraban.

También fue un recipiente para el sufrimiento. Con los años, gracias a su amor, pudieron sobrellevar con fe, dignidad, corazones compasivos y una caridad siempre creciente todo el dolor y la tragedia que les tocó vivir, y al mismo tiempo ayudar a otros a llevar los suyos.

Y, finalmente, su relación fue, en carne humana real, el Cuerpo de Cristo: alimento para la vida del mundo. Casi todos los que se cruzaron con ellos recibieron de alguna manera sustento, fuerza y consuelo para el alma.

En un tiempo que ya no entiende lo que es un sacramento, mirar un matrimonio como éste puede ayudarnos a comprenderlo mejor.

A veces las respuestas que buscamos no están en un libro, sino en la casa de enfrente. A veces la gracia divina llega cuando alguien nos abre una puerta. A veces el consuelo aparece en un amigo que comprende nuestro dolor. Y, a veces, el sacramento que alimenta nuestra alma se encuentra en una sala cálida, en una mesa llena, en la risa compartida que va y viene, y en una pareja felizmente casada.

Artículo original en Inglés