Profetas de la vida cotidiana

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Cuando hablamos de los profetas, pensamos en personajes muy antisuos. Pero puede ocurrir que en nuestra sociedad actual también existan profetas. Tendremos que estar atentos para saber buscarlos y reconocerlos
Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

Hay profetas entre nosotros. Hay hombres y mujeres que no aman tanto su vida que teman la muerte. Su testimonio, su martiría, enriquece y cualifica la vida de la Iglesia. Su entrega revela dónde está la medida de lo humano: «les amó hasta el extremo». En ellos y ellas se cumple lo escrito por José Cristo Rey García: «El profeta es el hombre o la mujer apasionado por Dios y apasionado por su pueblo. La persona que presenta con su mensaje y con su vida una alternativa global al statu quo de los pueblos, de la sociedad, de la política, de la religión». Dorothee Sólle ha escrito que nuestra cobardía y nuestra impotencia son el problema espiritual de nuestra época: «No creemos sencillamente en Cristo, que decía a los desesperados discípulos: "Todo es posible para el que cree"». Afortunadamente sí hay hombres y mujeres que sí se han creído la Palabra.

ACTO I: LA SOLIDARIDAD ES COSA DE DOS

Recién casados. La boda fue preciosa. Casi dos horas. La iglesia, llena. Varias guitarras. Gentes muy diversas. Llegaron en autobús. Esperaron a los invitados a la puerta. Iban elegantes, pero sin ropa expresamente comprada para el evento. Tras la homilía llegaron los regalos y las lágrimas. Chuchi y Chus se conocieron sirviendo a los chavales del barrio. El noviazgo ha sido largo: casi nueve años. El tiempo que han pasado solos contadísimo. Sus horas han sido de todos: los invitados a la boda daban testimonio de ello. Muchos encontraron en ellos la persona paciente, atenta, el buen consejo, la voz más alta de la cuenta dicha a tiempo. No pocos hallaron hueco en sus casas cuando no tenían sitio en otro lado. (Les suena: ¿no tenían sitio en la posada?). ¿Van a tener, de casados, más tiempo para ellos mismos? No parece. Han querido comprometerse ante los demás. El seguimiento de Jesús va a seguir implicando puertas abiertas. No es la primera vez que su piso: Alhelíes, 6-1° «para servirle», ha quedado toda la noche abierto por despiste… Se llaman Chus y Chuchi, podrían llamarse Ana y Carlos, Luisa y Alberto, Pedro y Reyes, Quique y Ana, Hugo y Nieves…

Intermedio: Isaías 58

«¿No sabéis cuál es el ayuno que me agrada? Abrir las prisiones injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los oprimidos, romper todos los yugos; repartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no eludir al que es de tu propia carne?».
ACTO II: SABER DECIR NO

No es un frívolo. No es un vago. No es un «jeta», ni un caradura. No es un chupón. No es un parásito. No es un in-solidario. No es un cobarde. No es un asocial. Casi todo el mundo le quiere. Para las señoras del barrio es «un encanto»; para los señores «un buen chaval». Nunca se la visto un gesto violento ni agresivo. Casi nunca se le nota, pero casi siempre está. El paso de los años le ha dado un tonillo gallego. Antes no lo tenía. Los niños siempre se le dieron bien. Son pocos los que consiguen no reír con él. Es de esperar -ahora le sigo menos-que sus hijos se lo pasen bomba con su padre. Fue valiente. No se echó atrás. Nunca se consideró «la causa del barrio», pero sí tomó en serio «su causa». Fue a la cárcel. Ni el servicio militar ni su sustitución por la prestación social le parecieron justas. No puede decirse que no hubiera echado horas al servicio de otros: niños de barrio, ancianos, alcohólicos abandonados. Sólo la cárcel interrumpió su compromiso con ellos. Se llama Amalio. Podría llamarse Paco, Oscar, José, Andrés….

Música de fondo (suave)

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios».
ACTO III: EN SILENCIO SIEMPRE

No los conozco. No sé ni siquiera cómo se llaman. Pero los he visto y cada vez que me los cruzo se me estremece la piel y se me pone la carne de gallina. Si tuviera sombrero me lo quitaría. A veces son ellas, otras ellos. En verano recorren pacientemente la orilla. Sus hijos, deficientes o portadores de alguna minusvalía, les acompañan. Es increíble cómo disfrutan con el agua. En invierno les ve temprano, velando a distancia el caminar del chaval por la acera o acompañándoles a la espera del autobús. El pasar de la gente parece entretener a sus hijos. Las excesivas miradas probablemente molesten a sus padres. Es fácil que ya se hayan acostumbrado. Son muchos años. La vida es dura. A la lucha diaria se acumula la pregunta: «¿Qué pasará con ellos cuando nosotros faltemos?». Summa cum laude. Es difícil hacerlo mejor. Nosotros, los que miramos, sí podemos (y debemos) mejorar.

Intermedio: Romanos 15

«Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las deficiencias de los débiles y no buscar lo que nos agrada a nosotros mismos. Acogeos unos a otros como Cristo os acogió para gloria de Dios».
ACTO IV: ESTACIÓN TÉRMINO: NIGERIA-MADRID. MADRID-SALAMANCA

Primero vino él. Color distinto, idioma diferente, otras costumbres. Aterrizar no fue fácil. El panorama no era tampoco el soñado: no hay el trabajo que esperaba, también los de aquí tienen dificultades para vivir… Llegó a tiempo la mano amiga. Sin conocimiento previo, por supuesto. «¿Qué necesitas… Ven a vivir con nosotros». Mondy encontró casa, comida, cariño. Poco a poco algunas palabras castellanas se le hicieron familiares. El butano y la cocina, el calor de la chimenea, el trabajo en la tierra le fueron gestando amigos. A los pocos meses era capaz de decirlo en español. «Esta-es-mi-familia». Las cosas fueron saliendo. Su generosidad se ganó el cariño y el aprecio de los vecinos. Hoy son siete: su mujer y sus cinco hijos también han podido venir. La parroquia parece un gallinero: son los hijos de todos. Negros, blancos, payos y gitanos se mezclan para jugar. No saben qué es Söhngen ni la Ley de Extranjería. Se han bautizado a la vez. Catorce personas han representado a toda la comunidad: los padrinos supieron ser hermanos. Donde caben cien, caben ciento siete.

Estribillo: Gálatas 3

«Ya no hay judío, ni griego, ni esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, todos sois uno en Cristo Jesús».
ACTO V: A TODAS HORAS

Ha tenido algún mote, pero casi ninguno los recuerda. Para cientos es Alfonso; para otros cientos «Don Alfonso». Fueron muchos años: casi veinte. Veinte generaciones no son muchas. Tampoco los chavales tienen siempre trece-catorce años. Ha sido el hombre adecuado en el lugar adecuado. Grande, fuerte, alto. Casi imposible pasar desapercibido. Extrovertido, impulsivo, dinamizador. Aún no se había producido El Club de los Poetas Muertos pero a los chavales la figura ya les era conocida. No conoció horarios. Tampoco fue nunca un pelele en manos de la dirección. Al revés, el primero en defender los derechos ajenos. Pero también sus opciones: «¿para qué tenemos un colegio, para quedarnos sólo con los chavales buenos?». Como el Ángelus, su aula se abría más de tres veces al día: antes de que empezaran las clases a la mañana y a la tarde, y al final de la jornada. La clase estaba abierta para todos: no había que pagar de más por ir a estudiar. Quienes no tenían sitio adecuado en casa lo agradecían especialmente. Quienes lo tenían también. Horas extras, clases particulares, ejercicios corregidos… Fueron cientos los chavales beneficiados. Siendo laico se convirtió en el confesor más querido de la ciudad. Veinte años después sus primeros alumnos le quieren tanto (más) que el primer día. Las personas son personas, los negocios no se hacen siempre para ganar. José Alfonso podría llamarse Merche, José Ramón, Pilar…

Música de fondo

«Recordando las palabras de Jesús, el Señor: hay más felicidad en dar que en recibir» (Hch 20,35).
ACTO VI: SIN MIEDO SABIENDO PORQUÉ

No saben qué es un fin de semana. Perdón, sí lo saben. Porque los emplean en lo que les parece. Pero está claro que su tiempo no recibe el uso «sociológicamente normal». Ni el de la media, ni el de la moda. Pepe y Mercedes lo tienen claro. Ver una película es algo que si se hace es sacándole horas al sueño entre semana. Llegado el viernes Pepe consagra su tiempo a acompañar a Xuan. Xuan, tras cinco años, va dejando la droga como puede. No ha sido fácil. No le fueron los meses de «enganche», pero tampoco los de «desenganche». Está resultando complicado. Xuan no puede estar solo: Pepe es su constante compañero, quien le atiende, quien le escucha, quien pasea o hace deporte con él, quien aguanta sus impertinencias o comparte sus malos momentos. No les une nada. No se conocían de antes. Pero Xuan ha sustituido, conscientemente, al fútbol, al cine, a la novia, a la siesta. El fin de semana de Pepe es de Xuan. Dos manzanas más abajo vive Mercedes. Bueno, vive de lunes a viernes. Sábado y domingo Mercedes duerme fuera. Hoy sus padres ya lo entienden. Hace dos años era más difícil. La casa de acogida de los terminales de sida tiene una cama para Mer. Ellos y ellas son parte de su vida. Tanto que enterrar a algunos es algo que nunca olvidará. Pero sobre todo han compartido la vida. También con dificultad, pero con dureza. Sabiendo estar donde hay que estar. ¡Chapeau!

Intermedio: Mateo 25

«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos emigrante y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey contestó: Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis».
ACTO VII: NO

Quien no lo ha visto no lo entiende. ¿Qué hace la gente en la calle hasta las seis de la mañana?… pero si ni hablan, ni bailan, ni tampoco parece que lo pasen bien… Pero, ¿no pueden hacer eso mismo a las seis de la tarde? Son cientos, miles. Basta con asomarse a las calles de España las tardes de los viernes o las noches de los sábados. ¿Qué buscan? Pero, ¿tienen que buscar algo? ¿Tienen que saberlo? Era una noche como otra cualquiera. Juani andaba sola. Sus «amigas» parecen haber desaparecido. Era tarde. Inclinada entre los coches, algo de lo bebido parecía haberle sentado mal. Pablo y sus colegas la miraron. «¡Cómo anda!». No faltaron azuzadores: «Es tu oportunidad, tronco, hoy sí que la tienes a tiro… tal como está, es que ni me lo pensaba». Era verdad. Cuando se pierde la conciencia uno accede a cualquier cosa y, además, puede haberlo olvidado mañana, sí es que fue consciente alguna vez. Hace años que Pablo piensa en Juani: es el tipo de chica con la que le gustaría estar. Nunca lo tuvo tan «a huevo», les vieron irse juntos. Los comentarios no faltaron. Pero ambos saben, y de eso sí se acordarán los dos, que Pablo la cuidó como habría tratado a una hermana. Suave, dulce, no se retiró hasta que la vio bien, la acompañó a casa. El beso de agradecimiento no salió de él. Aquella noche, no otras, Pablo demostró que era de verdad «un hombre».

Susurro de fondo: Mateo 5, bis.

«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»…
ACTO VIII: LA VIDA NO TIENE PRECIO

«Al perro flaco todo se le vuelven pulgas». No es verdad. El estado del bienestar nunca ha sido estado de bienestar para todos. Basta pasearse por dentro de nuestras casas: pasillos fríos, estanterías viejas, neveras en las que la comida no se tira, lo que ha sobrado hoy se cenará mañana. Gloria se ha desvivido por sus hijos. Ellos y su esposo han sido la razón de su existir. Desde el día de la boda, casi hace treinta años, no sabe qué es el cine, un paseo con las amigas, una semana sin cocinar. Ha esperado en el dentista, en el médico, en el oculista… nunca para sí misma, siempre para los demás. Nadie le ha pagado los reproches
(«le falta sal», ¿por qué pones siempre pescado? ¿Pero no te das cuenta de que vengo cansado?). A nadie le ha exigido tampoco que se los pague. Mil pesetas son para Gloria un millón. Las cosas han ido especialmente mal en los últimos años. Al trabajo de casa Gloria ha añadido otros: hay que traer dinero. El de hoy parece interesante: limpieza de una casa. Media jornada. Como tantas otras veces va a preguntar. No se explica a la vuelta. «No me interesa». Llora en silencio. El dinero importa, pero Gloria no vende su cuerpo por precio alguno. «Por mi marido y por mis hijos». Llorará en silencio y seguirá buscando.

Intermedio: Lucas 10,21

«Te doy gracias, Padre, Señor de Cielo y Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor».
ACTO IX: DANDO LA CARA

Otra vez llueve. Lo raro es que salga el sol. Si la situación es de por sí molesta, parece que el agua se empeña en complicarla más. El problema es más complejo de lo que parece, pero si esperamos a que se aclare del todo lo complejo nunca haremos nada. Como todos los lunes desde hace varios años Jon y Edurne cogen el paraguas y se enfundan el chubasquero. La concentración dura sólo un cuarto de hora, pero ir y venir desde casa supone una hora más. También a Jon y Edurne, como a Izaskun, a Juan, a Kepa o a Itziar, les apetece sentarse con un café a ver llover desde dentro de casa… pero otras personas hace meses que no saben qué es estar «en casa». La vida y la libertad de un secuestrado valen mucho más que una buena tarde de café. La pancarta es vieja. Sólo se han ¡do cambiando los nombres: «Cosme, José Antonio etxera», antes «Julio, José Mari, Javier…». Tampoco ellos han cambiado. Son los mismo que se manifestaban contra la otra dictadura, los que salieron a la calle a defender el euskera y fueron detenidos por intentar impedir las últimas ejecuciones del otro régimen. Hay que volver a salir a la calle: quizá un día Aitor y Miren, sus hijos, puedan tomar el café en casa si sigue lloviendo recordando esta pesadilla como quien evoca las guerras carlistas.

Estribillo: Mateo 10,27

«Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, predicadlo desde las terrazas…».
ACTO X EL ESPÍRITU SOPLA DONDE QUIERE

Para unos es un alejado. Para otros un increyente. Según el análisis de otros expertos es un pecador. Quizá haya quien se atreva a decir que «vive en pecado». ¿Cristiano anónimo? ¿Cristiano sociológico? ¿Religiosidad «light»?… Estudió con curas. No tiene demasiada queja. Hubiera deseado algo más de libertad, pero entonces tampoco había mucha en las otras escuelas. Le enseñaron a vivir. Le respetaron bastante. Asistir obligado a una o dos misas al año no le ha frustrado para siempre. No se ha planteado en serio si el Evangelio le convence. La Iglesia, tal como la ve, no mucho. Pero quiso casarse por ella. El primer empleo serio tardó en llegar. Antes había aprovechado alguna chapucilla. No se lo pensó dos veces. Hacía años que lo tenía claro. Cogió el coche, hizo quinientos kilómetros y le entregó el primer sueldo a aquel compañero de colegio que ha terminado siendo sacerdote: «Cura, para tus gitanos. Úsalo en lo que te dé la gana…». Llevarle la contraria o comentarlo fueron intentos inútiles. Desde aquel día la situación se ha repetido más veces: «Cura, úsalo como quieras…». ¡Qué menos que responder «que Dios te lo pague»!.

Corolario:

«Pero la más excelente de ellas es el amor»… (1 Corintios 13,13).
CONTINUAR HASTA EL INFINITO

Podríamos seguir. Son cientos, probablemente miles. Roser Bofill acierta cuando dice que vivimos rodeados se santos. Sólo hay que saber buscarlos. Los hay «dentro» y «fuera». La Palabra de Dios y el anuncio del Reino nuevo no nos llegan sólo por los católicos confesos. También de ellos, ¡sólo faltaba! El Señor es más grande que nosotros. Nos rodean profetas sonoros (predicadores, catequistas, militantes, colaboradores de prensa, enseñantes). Nos rodean profetas del silencio, de pie de cama, de pie de oficina, de taller o de ventanilla. Profetas ministros, profetas laicos, profetas en la vida consagrada. Personas proféticas y grupos proféticos

La sociedad civil revela lo mejor de sí misma, sus aspiraciones más profundas, cuando «canoniza». Nuestra prensa llora la vida entregada de nuestros cooperantes en Mozambique, de los religiosos y religiosas que han sido asesinados en África Central… la sociedad mundial reconoce la labor de militantes cristianos con el Nobel de la Paz, con los Premios príncipe de Asturias. No son pocos los creyentes que han sido galardonados en las últimas décadas por autonomías y gobiernos locales. En muchas ocasiones ese reconocimiento ha llegado antes de fuera de la Iglesia que de sus mismos hermanos.

Hay profetas. Tienen nombre. No miremos al cielo preguntando porqué está cerrado. Miremos alrededor: son nuestros hermanos. Ellos, que por la misericordia de Dios, cumplen en el mundo la profecía de Joel: «Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán» (3,1). Otra manera de vivir, otra manera de compartir, otras maneras de servir y disfrutar están en marcha. Unámonos al grupo. Desarrollemos la vocación a la profecía que en el Bautismo hemos recibido.

CONTINUAR HASTA EL INFINITO

Podríamos seguir. Son cientos, probablemente miles. Roser Bofill acierta cuando dice que vivimos rodeados se santos. Sólo hay que saber buscarlos. Los hay «dentro» y «fuera». La Palabra de Dios y el anuncio del Reino nuevo no nos llegan sólo por los católicos confesos. También de ellos, ¡sólo faltaba! El Señor es más grande que nosotros. Nos rodean profetas sonoros (predicadores, catequistas, militantes, colaboradores de prensa, enseñantes). Nos rodean profetas del silencio, de pie de cama, de pie de oficina, de taller o de ventanilla. Profetas ministros, profetas laicos, profetas en la vida consagrada. Personas proféticas y grupos proféticos

La sociedad civil revela lo mejor de sí misma, sus aspiraciones más profundas, cuando «canoniza». Nuestra prensa llora la vida entregada de nuestros cooperantes en Mozambique, de los religiosos y religiosas que han sido asesinados en África Central… la sociedad mundial reconoce la labor de militantes cristianos con el Nobel de la Paz, con los Premios príncipe de Asturias. No son pocos los creyentes que han sido galardonados en las últimas décadas por autonomías y gobiernos locales. En muchas ocasiones ese reconocimiento ha llegado antes de fuera de la Iglesia que de sus mismos hermanos.

Hay profetas. Tienen nombre. No miremos al cielo preguntando porqué está cerrado. Miremos alrededor: son nuestros hermanos. Ellos, que por la misericordia de Dios, cumplen en el mundo la profecía de Joel: «Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán» (3,1). Otra manera de vivir, otra manera de compartir, otras maneras de servir y disfrutar están en marcha. Unámonos al grupo. Desarrollemos la vocación a la profecía que en el Bautismo hemos recibido.     

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