Poemas sobre el Espíritu Santo

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LLAMA DE AMOR VIVA

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores,
calor y luz dan junto a su Querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

(San Juan de la Cruz)

SECUENCIA DE LA EUCARISTÍA DE PENTECOSTÉS

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.

LA GARZA BLANCA

…Y la garza en la ribera.
La paz que llega a su hora.
Una carta alentadora.
La vieja amistad que espera.
Aquella verdad primera
que se hace noticia ahora.
El Espíritu que aflora
en una cosa cualquiera.
¡Y toda el alma, caída,
se pone en pie, tan señera…!
Porque le basta a la vida
saber que hay corriente franca
y encontrarse en la ribera
con alguna garza blanca.

(Pedro Casaldáliga. Clamor Elemental)

AL CRISTO DE LA TRINIDAD DE MAXIMINO CEREZO BARREDO

Tus manos sobre los Pobres,
por Ti llegados a Dios
y acogidos en familia
de igualdad comunitaria.

Tus manos en las del Padre,
corriente de un mismo Espíritu.

Tus manos en cruz, tendidas
hacia las manos del Mundo,
villas del Tiempo Nuevo,
Camino, Verdad y Vida.

Trinidad venida a menos
para hacernos todo a todos.
Manos/Casa,
Llagas/Pascua,
Alas/Vuelo
¡Uno y nuestro!

¡Trinidad que nos arrastra
lucha adentro, Pueblo adentro,
con el Hijo,
pobre Hermano,
también muerto!
(Pedro Casaldáliga. El Tiempo y la Espera)

MARIA PENTECOSTÉS

María Pentecostés,
cuando la Iglesia aún era
pobre y libre
como el Viento del Espíritu.

María Pentecostés,
cuando el fuego del Espíritu
era la ley de la Iglesia.

María Pentecostés,
cuando los Doce exhibían
el poder del testimonio.

María Pentecostés,
cuando era toda la Iglesia
boca del Resucitado.
(Pedro Casaldáliga. Llena de Dios y tan nuestra)

BIENVENIDO ESPÍRITU

Bienvenido, Espíritu. ¡Eres tú!
Pasa, no te quedes a la puerta.
Pasa hasta la sala de estar.
Toma asiento, vamos, con toda confianza.

No sabía si vendrías.
Lo esperaba, bueno, lo deseaba,
pero dudaba:
pensaba si serías sólo para los importantes,
los sabios, los santos, los perfectos…

Veo que vienes a todas las casas, las grandes y las pequeñas.
Tenía esperanza,
pero a veces me asaltaba la duda.
¿Vendrá también a mi casa,
tan pobre,
tan pequeña?
No sabes cuánto me alegro.

Has venido, ya estás aquí.
No eres un lujo
ni un regalo caro.
Has venido y estamos aquí juntos.
¡Casi no me lo puedo creer!
Me emociona que estés aquí,
los dos juntos, mano a mano.
Te enseñaré mi casa, ¿quieres?
Está un poco abandonada, ya lo ves.
Quiero renovarla, de arriba a abajo.
Contigo lo haré perfectamente.
¿Para cuánto tiempo vienes?
¡Ojalá te quedes mucho rato!
Tenemos tanto que hablar
Puedes quedarte todo el día,
y mañana,
y pasado mañana,
¡Ojalá no te vayas nunca!
¡Ojalá no te eche nunca!
No te vayas aunque te eche, te lo suplico.
Dicen que Tú haces profetas.
No sé bien lo que puede ser eso, pero lo intuyo.
Hombres que nunca están quietos.
Mujeres que rompen moldes
y no repiten la historia.
Siempre andando en busca de lo nuevo
más allá de los senderos trillados.
Dejarlo todo,
superarlo todo,
darlo todo
Y abrir caminos.
Estoy un poco lejos de esas maravillas
con esta casa tan abandonada.
Pero si Tú has venido
pensarás que ha llegado el momento.
Me gustaría.
De verdad que me gustaría, ¡te lo juro!

Loidi, P.

BRISA UNIVERSAL

Dios te ha sembrado en la tierra de todos los continentes,
en el horizonte de todas las montañas,
en el paisaje de todos los corazones

Si me sumerjo en el mar,
allí te encuentro entre sus olas.
Si descubro caminos por el bosque,
tu sombra y tu frescura me acompañan siempre.
Si me asomo a la ventana de los hombres,
allí estás tú llenando su estancia de esperanza.

Espíritu de Dios, palabra y sentimiento,
exposición de todas nuestras vivencias.
Tú, dador de todos tus bienes,
no tienes casa propia ni árbol alguno
en el valle de nuestras riquezas.
Tú siempre vas en tren
para contemplar mejor la sazón de nuestra espiga.
Con frecuencia te detienes para oler mejor
el perfume de las flores del campo,
esas criaturas que sólo Tú conoces …
En ellas anida la sencillez,
la humildad y la alegría que a Ti más te cautiva.
Tú inspiras nuestra música,
las líneas y el calor de nuestros versos,
nuestra amistad y nuestra risa.
Tú sabes comprender la pequeñez
de nuestras sombras y pecados.
Tú nos levantas la mirada cuando nos caemos
y nos ponemos en camino de nuevo.
En tu pozo duermen las golondrinas del verano
buscando verdor en el musgo de tus piedras.
Cable y sol de todos los pájaros,
en Ti descansan nuestros vuelos.
Tú curas las heridas de nuestras alas
en los días de lluvia y niebla
cuando tropezamos con las tapias de la tristeza.
¿Quién no conoce tus ascuas?
En tu boca está el aliento
de todos los besos y cariños.

Eres la sala de estar de todas nuestras familias:
ese rincón donde se cuecen los recuerdos,
los postres y las visitas;
la cuna donde crecen y lloran nuestros niños
cuando les duele el crecimiento y la rebeldía.
Todas las calles de la ciudad
están pintadas con tus anuncios,
acera de paz y de sosiego.
¿Y nuestra iglesia?
Ya sé que te asomas por las tardes,
pintando el color de las vidrieras,
y nos gritas la luz cuando llega el ocaso
a nuestras macilentas ilusiones.
En tu ausencia el chopo pierde su altitud
y se resquebraja en el monte la encina.
Todos los pueblos se congregan en tu plaza,
diccionario de todas las lenguas,
de todos los dioses, de todas las danzas.
¿Y la muerte? ¿Quién nos libra de la muerte?
¿Tienes acaso Tú milagros para expulsarla?
¿Sabrías Tú pintarla de razones y descanso
para consuelo de nuestras alma?
¿Es cierto que detrás estás Tú
para recoger el harina de nuestras cenizas?

¿Dónde vives? ¿Dónde duermes?
¿Con quién compartes tu amor?
Sé que eres nido y huerto
de cuantos huyen del ruido.
Que te embelesas con las flores.
Que bajas a pasear
aprovechando el frescor de los conventos.
Que eres suspiro e inspiración de nuestras plegarias.
Tú nos ayudas a subir al monte
para que podamos allí respirar mejor.
Y acompañas nuestra marcha
llenando nuestro oído de cascadas y nieve.
Tú nos obsequias con la humildad del tomillo
y el olor de la lavanda,
con las flores amarillas de la retama.
Sagrario y campana de los frailes,
tejado servicial de la lluvia,
Silencio y compañía en el Domingo.

Tú eres el banco que acoge sin prisas
nuestras tardes, nuestro sufrimiento.
Eres, en fin, esa puerta
que permite entrar en el prado verde del retiro
donde nos espera, callado, tu rocío por la mañana.

Espíritu de Dios:
a Ti, único ser que anima mis entrañas,
dirijo yo mis dudas, mis amores.
Llena con tus dones nuestra soledad,
herida abierta de todos los días.
Tú que pactas todas nuestras paces,
enciende las rosas de nuestro jardín
para que sepamos dar calor
a quienes mueren de frío en nuestras alcantarillas
sin haber probado un pétalo de tu amor.

Almohada de mis vigilias, de mi ingenuidad,
de mis debilidades e insomnios,
despierta Tú mi espíritu en esta noche.
Alumbra Tú mi amanecer con el arrebol de tu presencia
para que siempre abunde en claridad
y tu fulgor apague todas mis sombras.

Julio Martín Pastor cmf
4.6.95

    

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