Solemne se levantan las palmeras en medio de los desnudos campos del interior del Paraguay. Ahí están: surcando alturas, todas altaneras queriendo besar el cielo, pegadas a la tierra, enamoradas del sol, amigas de los vientos y las lluvias.
Resistentes. Silenciosas. No se retuercen. No hay sombra en su follaje. Sus ramas gustan mecerse en la brisa de la tarde. Sus bellezas visten de fiesta los austeros paisajes.
Libres. Verdaderas. Agradecidas. A su lado contemplo otro milagro de la naturaleza y sueño con su altura para no quedarme pegado a la tierra. ¡Qué pronto se pasó este momento!