Se te ha estropeado la persiana o acabas de llegar a España y necesitas practicar el idioma. La solución suele costar dinero pero hay quien se ahorra los euros pagando con horas. Los bancos de tiempo no son un fenómeno nuevo. De hecho, se han extendido como la espuma por toda la geografía española.

Gloria Córdoba se ofrece como acompañante para visitas al médico, para el cuidado de niños, a impartir clases de informática y a solucionar cosas de la casa en general como poner una bombilla o mover una estantería. Entró en el Banco del Tiempo del Centro Europeo de Estudios sobre Flujos Migratorios (Cemigras) de Las Palmas hace cinco meses. “Si tengo que ir a hacer una diligencia al banco o al médico que puede durar dos o tres horas pero no tengo quien se quede con mi niño llamo a las usuarias del tiempo. Ahora estoy tramitando el certificado de invalidez de mi hijo y estaba enrollada con los documentos que tenía que presentar, pedí ayuda y me están asesorando con la documentación”. Gloria es colombiana y llegó hace casi dos años a España.
El Banco además de ofrecerle esos servicios le ha ayudado en su integración. “Aquí en Europa las relaciones con el vecino no son como en mi país que haces amistad con el de al lado. Aquí es más formal. El Banco me ayuda a conocer gente. No solo a otras colombianas, también las hay peruanas, bolivianas, chilenas, brasileñas, hay gente de todos lados”. El 90 por ciento de los usuarios del Banco de Cemigras son extranjeros.
“Es una vía para la integración social porque tenemos en un mismo cajón a nacionales e inmigrantes. Buscamos que haya diversidad. Con el Banco tenemos a la mano un observatorio privilegiado para conocer los problemas de quienes vienen de fuera” nos cuenta Manuel Ferrer, coordinador general del Centro Europeo de Estudios sobre Flujos Migratorios (Cemigras). Allí los servicios más solicitados son los relacionados con el aprendizaje de informática, la cocina y los idiomas. “Esto es algo puntual. No se trata de un curso intensivo pero sí clases puntuales a tu hijo antes de un examen, inmigrantes que quieren practicar el español de vez en cuando o gente que quiere viajar al extranjero y le viene bien una clase de inglés, por ejemplo”.
El Banco del Tiempo de Cemigras es todavía joven, nació en verano del año pasado y tiene con 50 usuarios, pero los hay muy veteranos como la Asociación de Salud y Familia que comenzó a trabajar en 1998 y ya cuenta con una red de bancos por toda España. “Cuando empezó el perfil era el de mujeres de mediana edad que solicitaba servicios domésticos pero en estos momentos el 35 por ciento son hombres y hay un sector de estudiantes universitarios que está entrando en masa. Son gente joven que participa en plataformas por el decrecimiento o que trabaja en temas de medio ambiente y consumo responsable. El perfil se ha ampliado como también lo han hecho los campos de acción” asegura Josefina Altés, coordinadora de la red de Bancos del Tiempo esta organización.

Elisabeth Casanova tiene problemas de visión y lleva seis años apuntada al banco, ella “compra” lectura. “Veo muy borroso, puedo ir sola por la calle o cruzar un semáforo pero leer me cuesta mucho por eso pido que vengan a leerme algunos artículos o documentos. Una vez estuve hospitalizada y cuando salí pedí una persona que me fuera a buscar los medicamentos, otra vez me arreglaron una puerta de un mueble que se me cayó y una lámpara que tenía fundida una bombilla”. Tareas de casa que para Elisabeth se hacían cuesta arriba.
Los servicios más solicitados dependen de la zona en la que esté el banco del tiempo. Los barrios con altos índices de población inmigrante suelen tener mucha demanda de práctica de español o conocimiento del entorno. “Para los inmigrantes es un punto de referencia en el que reciben pero también dan mucho. Además del resto de servicios, ellos enseñan su propio idioma, sus costumbres o a cocinar, entre otras cosas. Es una parte más del proceso de inclusión social” afirma Josefina Altés. No hay excusas, aprender a hacer cuscús es cuestión de tiempo.
Fuente: Periodismo Humano




