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Nuestra Actitud hacia la Riqueza

Ron Rolheiser (Trad. Julia Hinojosa) -


Los ricos se hacen más ricos, y todos nosotros nos admiramos por lo ricos que son.

Cada día, en los periódicos, en las televisiones y en Internet nos informan de ganancias económicas que, tan sólo hace una generación, eran inimaginables: Ejecutivos de corporaciones recibiendo cientos de millones de dólares en bonos, un atleta firmando un contrato por cien millones de dólares, artistas formando contratos por diez millones, gente dentro de mundo de las tecnologías de la información ganado cientos de miles, y gente común de cualquier lugar uniéndose al club de los millonarios.

Y ¿cuál es nuestra reacción? Complicado de juzgar. Expresamos nuestra indignación y protestamos que estas cosas son desproporcionadas, incluso cuando en el fondo sentimos una envidia secreta: ojalá fuera yo!!!

Adoramos a los ricos y famosos, pura y simplemente, y al final, a pesar de nuestra envidia les damos su merecido: Bién por ellos. Trabajaron para conseguirlo. Son gente de talento. Se merecen lo que consigan!

Pero ¿cómo deberíamos ver a los ricos desde una perspectiva de fe? Jesús nos previno de que las riquezas eran peligrosas para el alma y para la sociedad. Así que ¿cuál debiera ser nuestra actitud sobre la posesión de riquezas tanto si pertenece a los muy ricos como si nos pertenecen a nosotros?

En primer lugar, es bueno evitar algunas cosas: para empezar, nunca debemos idealizar la pobreza y ver la riqueza como mala en si misma. Dios es rico, no pobre, y el cielo no será un lugar de pobreza. La pobreza es que acabará, será erradicado. Los pobres no disfrutan siendo pobres. Después, debemos evitar politizar demasiado rápido tanto la riqueza como la pobreza. Nuestra visión tiene que se siempre más moral que política, a pesar de que tanto la pobreza como la riqueza tienen serias implicaciones políticas. Finalmente, antes de atacar la posesión de riquezas, debemos asegurarnos que somos libres moralinas amargas, cualquiera que sea su aspecto moral, que no es sino envidia.

¿Qué principios deberían guiarnos en términos de actitudes sobre la riqueza?
Por encima de todo, debemos mirar a Jesús advirtiendo que la posesión de riquezas es peligrosa, que es difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos. Por otra parte, esta advertencia debería ser una gran ayuda para aceptar algunos otros principios:
Primero: La posesión de riqueza no es algo malo en si mismo; es más bién cómo las usamos y lo que hacen en nuestros corazones lo que puede ser malo. Jesús distingue entre los ricos generosos y los ricos miserables. Los primeros son buenos porque imitan a Dios, los segundos son malos. Toda avaricia, toda tacañería, toda falta de generosidad cierra nuestros corazones de tal manera que se hace difícil entrar en el reino de los cielos, o en una auténtica comunidad humana si lo ponemos en términos puramente humanos.

De esta manera la oportunidad para todos aquellos que sean ricos es deshacerse de las riquezas. Necesitamos hacerlo, no porque los pobres necesiten lo que les damos, aunque de verdad sea así; necesitamos hacerlo para tener salud. La filantropía, antes que cualquier cosa, es más salud para quien da que para quien recibe. El rico generoso puede heredar el reino, el rico miserable, no. Los pobres son el billete para el cielo y a la salud humana.

Finalmente, esto es algo que debemos tener siempre presente tanto nosotros mismos como los muy ricos. Lo que tenemos no es nuestro, se nos ha dado prestado. Dios es el único propietario de todo lo que hay y el mundo, propiamente, pertenece a todo el mundo. Que lo que llamamos nuestro, propiedad privada, es algo que se nos ha prestado, para administrarlo para el bien de todos. No es realmente nuestro.
Más aún, debemos recordar que no sólo nuestra ingenio y duro trabajo fueron las que nos dieron lo que consideramos como nuestro. El fruto de nuestro trabajo es también el fruto de otros trabajadores. Con demasiada facilidad perdemos esto de vista. Así lo afirma Bill Gates: “La sociedad tiene una enorme demanda sobre las fortunas de los ricos. Esto esta en la raíz no sólo en la mayoría de las tradiciones religiosas, sino también desde una honesta contabilidad de la inversión sustancial que hace la sociedad para crear fértiles campos donde crezca la riqueza. Judaísmo, Cristianismo e Islamismo afirman el derecho a poseer individualmente y a la propiedad privada, pero hay limites morales impuestos a la absolutización de la propiedad privada y la posesión individual. Cada tradición afirma que no somos individuos solitarios sino que vivimos en comunidad, una comunidad que nos afirma como lo que somos. La afirmación “todo esto es mío” es una violación de las enseñanzas de éstas tradiciones. La demanda de la sociedad sobre la riqueza acumulada individualmente está enraizada en el reconocimiento de lo que la sociedad ha invertido para que se pueda dar el éxito individual. En otras palabras, no lo hubiéramos conseguido por nosotros mismos” ( Sojourners, Enero-Febrero, 2003)

En efecto, ninguno de nosotros lo hizo! Si recordamos esto, será más fácil ser generosos.

    
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