
Otra forma de narrativa negativa sobre el matrimonio lo encontramos en las estadísticas. Se retrasa la edad media en que se inicia el compromiso matrimonial tanto para hombres como para mujeres. La edad media en que se casaron los varones fue de 38,7 años en el 2018. El número de matrimonios lleva disminuyendo desde ha 10 años. Otro dato significativo de esta narrativa es que disminuye en número de matrimonios por la Iglesia. El resultado de estos factores- por supuesto, no solo- es el preocupante invierno demográfico.
La verdad es, sin embargo, que hay un grandísimo número de matrimonio que son buena noticia. Y no salen en las noticias. Tampoco se prodigan contándose a sí mismos. Son una buena noticia por su riqueza emocional, por su relación creativa, por su intimidad comunicativa. Se brindan la experiencia humana cumple del amor gratuito e incondicional. Su historia de amor es epifanía de lo mejor que da de sí la condición humana. La herida del amor limitado, que aspira a lo ilimitado, se reconcilia en el amor matrimonial estable, fiel y creativo, abierto a la transcendencia. En la relación matrimonial, la sexualidad encuentra su más plena realización como expresión de donación, de trasparencia y de ternura. Deja de ser un juego de poder y de dominio sobre el otro.
La historia de amor conyugal entre un hombre y una mujer es lo que más se parece en este mundo a la gran historia de amor de Dios con la humanidad.
Desde este pequeño hueco de Ciudad Redonda estamos empeñados en contribuir a dar voz y palabra a tantas y tantas persistentes historias cotidianas de amor. Esas que no aparecen en la gran pantalla. Se viven en el día a día del pueblo, del barrio. Gracias a ellas hay motivos para seguir creyendo en la cadena del amor y de la vida a la que pertenecemos.




